sábado, 26 de noviembre de 2011

¿TAMBORES DE GUERRA?

      He leído el informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) sobre Irán del pasado día 8 de noviembre. Mi afición a la "estrategia de salón" me ha enseñado a desconfiar de las interpretaciones publicadas, por lo que intento ir directamente a las escasas fuentes disponibles para este asunto y evitar tecnicismos en esta entrada del Blog.
      El informe expone que en cumplimiento del Tratado de No-Proliferación (NPT) la Agencia continua verificando que el material nuclear iraní declarado no se usa para otros fines que los oficialmente declarados, pero añade que Irán no está cooperando para que la Agencia pueda asegurar fehacientemente que todo el material nuclear en manos iraníes se usa solamente para fines pacíficos. En consecuencia, tiene serias preocupaciones sobre la posible dimensión militar del programa nuclear, pues la información disponible (propia de la Agencia y la proporcionada por países miembros del Tratado) indica que Irán está llevando a cabo acciones para desarrollar una bomba nuclear como carga de un misil. Esto se relaciona con las informaciones sobre la construcción de una gran instalación nuclear subterránea en Natanz y la de producción de agua pesada en Arak. La preocupación aumenta si estas informaciones se correlacionan con el programa de desarrollo de los misiles Shahab 3 y sus vehículos de re-entrada.

      Para disipar toda sospecha la Agencia pide a Irán que proporcione las aclaraciones necesarias sobre la posible dimensión militar de su programa nuclear, y además le pide que suspenda las actividades de enriquecimiento de uranio y de producción de agua pesada, a cuyas instalaciones de producción aun no ha autorizado el acceso.
      La base del informe son los datos obtenidos “in situ” por la Agencia asi como imágenes de satélite e informaciones de algunos estados miembros del Tratado. En este particular conviene recordar la tradición de impulsar soluciones militares apoyadas en “inteligencia imprecisa”.
      Las Reacciones al informe no se han hecho esperar. El embajador iraní en la IAEA ha afirmado que su país no detendrá el enriquecimiento de uranio, sino que como consecuencia de él continuaran el trabajo con más determinación. La reacción de Estados Unidos y Gran Bretaña al informe y a la respuesta de Irán (que supone incumplir sus obligaciones como Estado miembro del NPT) ha sido incrementar en distinto grado las sanciones al sector petroquímico, económico, bancario y financiero. Por su parte Francia ha propuesto a sus aliados “congelar” las propiedades del Banco Central de Irán e interrumpir las compras de petróleo. La postura rusa es de rechazo a estas sanciones, por considerarlas ilegales; e Israel, por boca de Benjamín Netanyahu pide sanciones más severas que las que se acaban de imponer.
      Hay múltiples factores en el análisis de la continuación del programa iraní; uno de ellos es el efecto que tiene en la seguridad internacional y, en particular, en la de los países de la zona, dada la peligrosa y creciente combinación de amenazas con capacidad de cumplirlas de que hace gala el régimen de Ahmadinejad, pues no conviene olvidar que ha amenazado con borrar a Israel del mapa.
      Aparte de los países árabes sunitas de la zona que podrían sentir la presión iraní derivada de sus deseos de hegemonía, prestigio y liderazgo, a quien verdaderamente afecta el programa es a la seguridad de Israel, en donde ya suenan algunos tambores de guerra, con ecos en los Estados Unidos y el Reino Unido. Israel habla sin ambages de atacar las instalaciones nucleares de Irán, acción en lo que ya tienen alguna experiencia, pero el problema es que Irán tiene una verificada capacidad de respuesta que amenaza con usar y, además, la capacidad de impulsar a sus aliados para agitar la zona en un momento particularmente inestable como el actual. La situación se complica por el hecho de que el objetivo no es solo un reactor nuclear, como en Osirak, sino múltiples objetivos, algunos subterráneos y protegidos por un moderno sistema de defensa aérea.
      No parece que haya dudas sobre la capacidad de Israel (con la ayuda de EEUU) para retrasar o paralizar con un ataque preventivo las actividades de las instalaciones de Irán, y a la vez protegerse de las represalias iraníes con su sistema de defensa antimisil, el cual, por las informaciones disponibles, parece estar a punto de completarse, y para el que los buques norteamericanos AEGIS/SM3 objeto del reciente acuerdo entre España y EEUU contribuirían a proporcionar una capacidad (exoatmosférica) todavía en desarrollo por Israel.
      Es difícil anticipar cuando estará terminado el programa iraní, aunque no parece que sea inminente a la vista del alcance de las sanciones, que por el momento no parecen alterar la voluntad iraní de continuar con sus planes, a pesar del ruido de tambores de guerra que acompaña a la presión diplomática.
      Además del Grupo 5+1, una nueva oportunidad para una solución negociada se abrirá el año próximo durante la Conferencia que convocarán en Finlandia el Secretario General de NNUU, los EEUU, Rusia y el Reino Unido, con la participación (pendiente de confirmar) de todos los Estados del Oriente Medio y en la que se deberá discutir un acuerdo para convertir la región en una zona libre de armas nucleares y de destrucción masiva; quizá la desnuclearización de Israel podría poner fin al programa nuclear militar iraní.
      En conclusión; no parece que un ataque sea la única opción para impedir la continuación del programa nuclear militar de Irán, mas bien conviene preguntarse: ¿Se debe continuar admitiendo que Israel posea armas nucleares sin reconocerlo oficialmente y que ni se hable de ellas? ¿Está esto justificado? ¿No será esta una de las razones por las que Irán desarrolla las suyas? Parece claro que cuanto más avance el programa iraní más justificado estará Israel para mantener su capacidad nuclear y parece evidente que hasta que no obtenga una paz duradera con sus vecinos no renunciará a ella. Esperemos los resultados de la Conferencia de Finlandia, aunque la historia demuestra que la lentitud y los fracasos son corrientes en los procesos de paz en la zona.

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