martes, 31 de marzo de 2020

ACTITUDES ANTE EL COVID 19.



En estos momentos de aflicción que vivimos, el aislamiento domiciliario nos  ofrece la posibilidad de reflexionar en nuestras casas (lejos del mundanal ruido) para poder extraer algunas lecciones sobre la crisis que nos está afectando.  La primera de ellas es el ver como se han sacudido los cimientos en los que creíamos que se asentaba sólidamente nuestra sociedad y su capacidad de hacer frente a los problemas que se le plantearan. Nuestra confianza se ha desmoronado y ha quedado manifiestamente clara nuestra fragilidad individual y colectiva ante un problema insospechado, que cuando se manifestó por primera vez creíamos que no nos iría a afectar, pues las pandemias eran cosas del "tercer mundo", como tuvimos ocasión de ver con la del Ébola.
La actitud posmoderna ante la vida también ha quedado sacudida por la extensión del Covid 19. Sus ideólogos y profetas se han quedado sin respuestas. Para ellos, hasta ahora, el valor de la vida  para los no natos y la tercera edad era relativo; su nueva ética social permitía que la pirámide de población pudiera recortarse por las partes más vulnerables de ambos extremos, por medio de políticas activas de apoyo al aborto y la eutanasia: era lo moderno. Ahora, cuando ven en riesgo de muerte a sus abuelos,  padres, e hijos, no parece que sus frías recetas sociales sean tan de aplicación: eran buenas para los demás, pero no para ellos, aunque me temo que volverán por donde solían...
Hoy, ante el avance de esta pandemia, es evidente la fragilidad de toda la pirámide de población, aunque sea más acusada en las personas mayores, potenciales receptores de las políticas activas eutanásicas que estaban a punto de aprobarse en España, herederas de los mismos principios que inspiraron las políticas abortistas. En el fondo subyace la actitud ante la vida: la de los ateos y agnósticos, y la inspirada por la moral cristiana.
Yo creo con Kierkegaard, que “la vida es el mayor bien que un hombre le debe a otro y que ésta deuda, por muchos números que se hagan, siempre será incalculable”. En consecuencia, en mi opinión, el respeto a la vida desde la concepción hasta su finalización, y la veneración a nuestros mayores, deben ser sólidos pilares éticos en nuestra vida.
Parece que las posiciones darwinistas mas posmodernas se han ido abriendo camino en estos días. Como ejemplo, tenemos la postura calvinista-luterana de Frits Rosendaal, jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden (Países Bajos) que recoge el ABC del pasado 27 de marzo, quien señala la posición cultural que en España e Italia tienen los ancianos; lo que explicaría los distintos estados de saturación de hospitales debido al coronavirus, comparados con los de su país. Rosendaal cree que los ancianos no se deben llevar a los hospitales y que en España e Italia admitimos a personas que ellos no incluirían porque son demasiado viejas. "Los ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana" dice este orate: Calvinismo y predeterminación en estado puro que reflejan el espíritu posthumanista de la moderna sociedad de los Países Bajos, en donde se han practicado 3.200 eutanasias el año pasado.
También en el ABC del día 31 de marzo se nos informa del dilema que se plantea en Bélgica y la recomendación que la Sociedad Belga de Geriatría ha elaborado para que no se trasladen a los hospitales  a los ancianos afectados con coronavirus, muy en línea con el espíritu que parece animar a sus vecinos de los Países Bajos.
Pero ese espíritu parece que también se ha extendido a sectores médicos de España, como se recogía en el ABC del pasado día 27 de este mes, dando la noticia de que la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) había publicado hace unos días una guía para ayudar a los especialistas a priorizar enfermos. Entre otras recomendaciones, se aconsejaba no intubar a mayores de 80 años ni a personas con Alzhéimer y con enfermedades neurodegenerativas, teniendo en cuenta el "valor social" de los pacientes: darwinismo en estado puro.
En respuesta a este documento y a los nuevos dilemas éticos que plantea la pandemia, nos informa el ABC que el Comité de Bioética de España ha elaborado un informe con criterios comunes para todos los hospitales en el que corrige la orientación de los intensivistas. Este órgano asesor del Gobierno rechaza, por ejemplo, que la edad y la discapacidad sean criterios exclusivos para decidir a quién se le dedica el máximo esfuerzo terapéutico, subrayando que la discapacidad de las personas enfermas no puede ser por sí misma un motivo para descartarlas. Al comité le preocupa que se descuide a otros enfermos con patologías diferentes al coronavirus y rechaza el concepto utilitarista, y éticamente  rechazable, de valor social, y considera que "Todo ser humano por el mero hecho de serlo es socialmente útil, en atención al valor ontológico de la dignidad".
En particular y en relación con el descuido a los enfermos, la situación actual con las residencias de mayores es absolutamente injusta e indignante, y quien tenga algún familiar internado lo sabe. La desatención de las autoridades hacia esta población es de juzgado de guardia; el número de fallecidos lo evidencia, ya mas de 3000. El efecto de la desatención es que las personas más vulnerables y con mayor riesgo a un eventual contagio del coronavirus han quedado al margen de las medidas de prevención y cura, y son las más perjudicadas por esta crisis.
La ineficacia y el diletantismo se han combinado en la errática y tardía acción del gobierno, y es la población quien está pagando su precio.

viernes, 13 de marzo de 2020

MARISCAL DE CAMPO MONTERO SUBIELA. MEMORIA (1886 ca). POR TIERRA Y POR MAR XVI

INTRODUCCIÓN

D. José María Montero Subiela nació  en Cartagena el 12 de Marzo de 1821, siendo sus padres Cándido Montero y Rosario Subiela.
Ingresó en la Armada el año 1836, ascendiendo a Subteniente del Cuerpo de Artillería de Marina, sirviendo en varias unidades del Cuerpo en Ferrol, Cádiz y Madrid, incluyendo destinos en Cuba y Santo Domingo.
En mayo de 1843, se trasladó a Madrid con su Compañía para la defensa de la capital, durante los sucesos debidos al conflicto dinástico que tuvieron lugar durante ese año.
El año 1846 contrajo matrimonio  con Sofía Solloso Prado, teniendo el matrimonio tres hijas: Adelaida, Amparo (casada con Victor Díaz del Río, futuro Inspector General del Cuerpo), y Dolores (casada con José Díaz del Río Arias-Salgado, hijo mayor de Victor).
En abril de 1848, con la separación de los Cuerpos de Artillería e Infantería de Marina derivada de la reforma del Ministro Roca de Togores, ascendió por elección a Teniente Coronel en el Cuerpo de Infantería de Marina, a Coronel en 1857, a Brigadier en 1869 y a Mariscal de Campo en 1877.
Entre los años 1869 y 1873 desempeñó el cargo de Gobernador Militar de la plaza de Ferrol, tomando las providencias necesarias para permitir la derrota de la rebelión contra el gobierno de Amadeo I de Saboya que protagonizó el 11 de Octubre de 1872 el Brigadier Bartolomé Pozas.  Como recompensa por su actuación fue nombrado "Benemérito de la Patria"

MONTERO SUBIELA
INSPECTOR GENERAL DEL CUERPO[1]

Por Decreto de  31 de julio de 1877 se le nombra Inspector del Cuerpo y servicios de Infantería de Marina y Vocal de la Junta Superior Consultiva de Marina. Por otro Decreto del 13 de agosto se le nombra Ministro del Consejo Supremo de la Armada, como anexo al cargo de Inspector, cesando en ese cargo en   febrero de 1878 en virtud de la extinción de este alto cuerpo por refundición con el Supremo de la Guerra.
Al asumir el cargo de Inspector, el Cuerpo se encontraba organizado desde la reforma del ministro Topete, de 4 de febrero de 1869, (que duraría trece años) con 3 Regimientos de dos Batallones de 6 compañías, y dos compañías indígenas en Filipinas. Topete crea los Regimientos, introduce las Músicas, y disuelve por Decreto de 16 de abril de 1869 el Cuerpo de Guardias de Arsenales.
El segundo ministro con quien sirve es el almirante Francisco de Paula Pavía y Pavía (septiembre de 1877 – diciembre de 1879). Por disposición de 14 de febrero de 1878, como consecuencia de la nueva organización de Pavía, el Mariscal Montero cesa en el cargo de Inspector del Cuerpo de Infantería de Marina convirtiéndose en Jefe de la Sección de Infantería de Marina en el Ministerio, y continua como Vocal nato de la Junta Superior Consultiva.
A comienzos de la década de los 80, se discutían en la Marina ideas para regenerarla y reestructurarla en las que se trató de la Infantería de Marina y su futuro, con opiniones a favor y en contra, que se ventilaron en la prensa[2].
Durante su segundo ministerio,  el almirante Pavía (febrero de 1881– enero de 1883), por R. D. de 26 de junio de 1882, el ministro da al Cuerpo su nueva organización que duró casi cuatro años, con 3 Brigadas de 2 Regimientos de 2 Batallones de cuatro compañías. Uno de los Regimientos de cada Brigada es de reserva, con un Batallón de Reserva y otro de Depósito, que incluía la Compañía de Guardias de Arsenales.[3]
El Almirante Pavía considera en el Preámbulo "que la Infantería de Marina es fuerza necesaria para atender al servicio de mar y tierra en la eventualidad de una campaña, y en la cual debía de llenar  la doble misión de reforzar las guarniciones de los buques al número necesario para llevar a cabo desembarcos y demás operaciones militares sobre las costas; guarnecer los departamentos y arsenales y concurrir, si necesario fuera, a operaciones con las fuerzas del Ejército, bien en Ultramar o en la Península".
El R.D. de 11 de diciembre de 1883 nombra al Mariscal de Campo Montero Vocal de la Junta de Reorganización de la Armada de nueva creación.
De enero de 1884 a julio de 1885, es el segundo período ministerial del Almirante Juan Bautista Antequera y Bobadilla, quien en mayo de 1884 da una nueva organización al Ministerio de Marina, y en consecuencia el 26 de abril de 1884 el Mariscal Montero cesa como  Jefe de la Sección de Iª de Mª y es nombrado Inspector del Cuerpo y servicios de Infantería de Marina, con funciones imprecisas y menores de las que tenía anteriormente. El 20 de mayo de 1884 se le nombra Vocal de la Junta Reorganizadora de la Armada.
El ministro José María Beránger Ruiz de Apodaca (27 de noviembre de 1885–10 de octubre de 1886) se muestra incapaz de dar al Cuerpo una misión y organización racional, y por R.D. de 30 de abril de 1886 da al Cuerpo una nueva Organización con 12 Tercios (tres en Depósito y tres en Reserva) de cuatro Brigadas, que sobrevivió unos seis años. El Almirante Beranger sostenía que: "La Infantería de Marina ha dejado, pues de servir para guarnecer buques y debe formar parte integrante de su dotación, si ha de ser útil sobre las cubiertas de nuestras naves" y en consecuencia adopta algunas medidas para marinear los soldados, como llamar Tercios a los  Batallones y Brigadas a las Compañías; cambiar en los cuarteles los camastros por coys y los maleteros por taquillas; disponer que la  tropa embarcada concurriera a cuantas faenas fueran necesarias, alternando con la marinería en todas ellas y contribuyendo al servicio de artillería y botes, y además disponer que las dotaciones se compusieran en lo sucesivo de dos tercios de marinos y un tercio de soldados.
El último ministro con el que sirve el Mariscal Montero es Rafael Rodríguez de Arias Villavicencio (10 de octubre de 1886–21 de enero de 1890) , pues por RD de 20 de marzo de 1889 se le concede el pase a la situación de reserva, pero continua en el cargo de Inspector hasta el 30 de abril en que cesa
José María Montero Subiela falleció en Ferrol el 2 de Octubre de 1908, a los 87 años de edad.

La "Memoria" que sigue a continuación fue redactada de puño y letra por el Mariscal de Campo Montero Subiela antes de 1886, cuando el ministro Beranger preparaba su reforma. Se ha conservado en los archivos familiares junto con otros documentos personales suyos, siendo la primera vez que ven la luz. En la ella se presentan dialécticamente los argumentos que debía estar empleando en la defensa de los intereses del Cuerpo de Infantería de Marina, tan maltratado por algunas reorganizaciones de los numerosos ministros que ostentaron la cartera de Marina durante el proceloso siglo XIX, en el que cada uno llegaba con su "menú del día", que inevitablemente suponía desmontar el trabajo de su antecesor. Conviene recordar que entre 1805 y 1898 se realizaron 140 nombramientos de Ministros de Marina.
La amargura que se aprecia en sus líneas refleja la que debieron sentir los infantes de marina de aquel período, que a pesar de su esfuerzo y sangre en las campañas, sus méritos no eran comprendidos ni recompensados, y la existencia del Cuerpo en el que servían permanentemente discutida y amenazada.
En la España de la Restauración, a falta de una política internacional coherente con las capacidades nacionales, la inexistencia de una política de defensa y naval, y el continuo despilfarro de recursos económicos con escaso control, incidieron en el progresivo deterioro de la Marina de Guerra que recogió al final de siglo los frutos de tan desastrosa gestión. Ya don Antonio Maura, que había sido miembro de la Junta Superior Consultiva de la Armada, anticipaba en 1892 el desastre, cuando afirmaba: Yo he dicho más de una vez que las primeras víctimas más dignas de lástima el día de un conflicto, son esos dignos oficiales que sin haber tenido parte alguna en los desaciertos, tendrán ante la historia y la opinión la más grande responsabilidad quizá, además del riesgo de la vida.[4]
No podemos decir que hubiera desinterés en la clase política por el futuro de la Marina, pues los debates parlamentarios y las publicaciones en la prensa reflejan lo contrario, pero sus problemas estructurales exigían medidas draconianas que la propia institución se resistía a administrar, a pesar de opiniones y presiones de políticos clarividentes como don Antonio Maura.
Para el Cuerpo de Infantería de Marina, el período de mando de Montero Subiela fueron años de gran actividad normativa y de reorganización. De su trabajo con el Ministro Pavía, en sus dos ministerios, consiguió las funciones de General Jefe del Cuerpo, ejerciendo el mando de la Iª de Mª subordinado al Ministro, y con los Coroneles de los Regimientos con despacho directo con él, pero dependiendo de los Capitanes Generales para los servicios. Con este ministro consigue satisfacer el anhelo del Cuerpo de contar con una única academia, al crearse la Academia General Central de Infantería de Marina por Real Decreto de 3 de mayo de 1879, que daba formación a oficiales, suboficiales y a soldados jóvenes; sin olvidar el nombramiento como patrono a San Juan de Nepomuceno.
Pero no todo fueron facilidades, también hubo años muy duros, como en el segundo ministerio del almirante Antequera, con quien perdió competencias como General Jefe del Cuerpo, quedando como Inspector con escasas funciones. Particularmente duros fueron los años con el ministro Beranger, quién desmontó la organización anterior. Además, Montero tuvo que sufrir la desconsideración de parte de la jerarquía de la Marina, y sobre todo la de un grupo de jefes de cierto prestigio que desde el Ministerio inspiraban los cambios que creían oportunos para la Institución, fundamentalmente orientados a fomentar la construcción de buques de guerra, sacando el dinero de donde fuera necesario, y sin atacar directamente a la propia orgánica y el despilfarro presupuestario, ejecutado con escaso control. Es un viejo dogma de la Marina: construir barcos que ya luego los operaremos y mantendremos, lo que no servía ni entonces ni en la actualidad.

MEMORIA

Desde tiempos muy remotos los buques de guerra han llevado guarniciones de tropa, antes del Ejército y después especiales de Marina
La Marina qué da la norma a todas las conocidas, la inglesa, conserva tropas propias en crecido número y guarnecen con ellas sus buques.
Sin negar que la Marinería es honradísima, hay que confesar que sus costumbres y faenas de mar a que se dedican desde sus primeros años, los hacen poco a propósito para la rigidez y hábitos militares.
La condición de fortalezas flotantes qué favor del vapor adquieren cada día más los buques de guerra, reclaman que su aspecto sea muy militar, aumentando las tropas de sus guarniciones en vez de disminuirlas o suprimirlas.
Si los buques de guerra han de responder a su misión tanto sueltos, como en Divisiones o Escuadras, y en sus operaciones convenidas con los Ejércitos de Tierra, preciso es que cuenten con fuerzas de desembarco con la instrucción militar necesaria, conocimiento de la Táctica y práctica de la guerra, que solo pueden tener las tropas preparadas al efecto, y nunca la marinería, como de primera línea, por su índole especial marinera.
La escasez de marinería cada vez más sensible, no puede permitir se aumenten las dotaciones de los buques al disminuir o suprimir las guarniciones de tropa, cómo sería forzoso hacer, si se ha de atender a la parte militar y marinera sin dejar ninguna desatendida.
La mayor facilidad de adquirir soldados por medio de las quintas recomiendan las guarniciones como aumento a lo que queda expuesto.
El menor costo qué ocasiona un soldado, lo mismo mar que en tierra, abona la continuación de las tropas de Marina para guarnecer los buques y los Arsenales, si se ha de atender a no gravar los presupuestos
De suprimirse las tropas de Marina habría que aumentar jefes, oficiales y marinería para cubrir los servicios de aquellas y ninguna economía se reportaría.
La Tropa es la llamada a combatir en todos casos y ocasiones cómo hombres preparados para la guerra, y la marinería para las faenas a que está habituada en la mar
Las guarniciones con su disciplina, severidad militar y rigidez de las ordenanzas militares han salvado en muchas ocasiones a los buques conteniendo sublevaciones, como están bien patentes en los hechos de la "Almansa", "Zaragoza", "Victoria" y casi todos los buques en Escuadra o sueltos, que se encontraban armados en la época del gobierno republicano, y cuyos comandantes descansaban al amparo de los centinelas de tropa colocados en las entradas de las cámaras y bajo las salvaguardias de las guarniciones (Barcelona, Cádiz, Ferrol, Cartagena, Rosas, etc.)  atestiguan está verdad[5].
El comportamiento de las Tropas de Marina en las campañas de mar y de tierra han levantado tan alto su nombre y fama, lo mismo en la antigua que la moderna, que por doquier se oyen sus alabanzas hechas por propios y extraños.
En Trafalgar, en el Cabo de San Vicente, en donde alcanzó fama imperecedera el soldado Martín Álvarez, en Tolón, en el Callao, etc., en todas partes en que los buques o Escuadras se batieron, allí resplandecieron los hechos de la Infantería de Marina representadas por sus guarniciones (nunca mancha su botón de ancla).
En los sucesos cantonales de Ferrol, Cádiz y Cartagena las Tropas de Marina se mantuvieron al lado de las autoridades de la Armada, siendo raros los que en aquel desorden social se separaron del cumplimiento de sus deberes, aún cuando en algunas ocasiones se encontraron abandonados.
Las campañas de tierra desde la Guerra de la Independencia hasta las Civiles últimas atestiguan el comportamiento de la Infantería de Marina. En la primera, toda en operaciones, asistió y derramo su sangre en todos sus batallas principales, cómo atestiguan los escudos de sus Banderas. En las Civiles, en la de África, Santo Domingo, Méjico,  Cochinchina y Cuba, sus heroicos hechos están en la memoria de todos todavía, recordando las jornadas.
De los tres días de San Pedro Abanto, en  que los restos de un Batallón de Marina llegó el primero con otro de Cazadores a las alturas, mereciendo la corbata de San Fernando; en Galdames y las Muñecas en qué otro Batallón se hizo notar en todo el Ejército por haberse presentado voluntario a atacar las inaccesibles y elevadas montañas fortificadas;  en Uad Ras batiéndose sin descanso y con un denuedo que le valió especial mención en la toma de las trincheras de Laguna Verde y en Puerto Plata (Santo Domingo) en que marchó otro Batallón en primera línea; en Cochinchina mereciendo mención especial de los generales franceses y por último en Cuba en la defensa de las Lomas de las Doncellas donde alcanzó el Capitán Teniente Coronel, el empleo de Coronel de Ejército y más tarde la Cruz Laureada de San Fernando. Estos hechos apuntados y otros que sería prolijo enumerar, jueces y testigos son los Generales del Ejército que mandaban las tropas de Marina.
Se dice que las tropas de Marina son ahora caras y que desde su ulterior organización se han hecho más onerosas siendo el Cuerpo más costoso de la Marina. Nada más inexacto. Al darse la última organización se disminuyó en más de 40.000 pesetas el presupuesto anterior, se disminuyeron 24 compañías con los cuadros de dos Batallones Expedicionarios, se organizaron un solo Batallón de Depósito y otro de Reserva por Regimiento,  en lugar de ser por Batallón como en el Ejército y se pretendía por la persona elevadísima que entendió en los detalles de esta organización.[6]
Más tarde pidiéndose sacrificios de reducción de gastos a la Infantería de Marina, cómo a todos los cuerpos de la Armada, respondió sola de buena fe en términos de no aceptar la cifra el Ministro del ramo, reduciéndola a más de 200.000 pesetas. Así responde siempre y en todos los casos la Infantería de Marina;  redujo sus músicas, academias y cuánto no afectaba al servicio.
Dícese que ninguna Marina extranjera cuenta con 3 Brigadas como la española. Fíjense en la Inglesa, Francesa y en tantas otras y téngase en cuenta que las Brigadas de Infantería de Marina se componen de un Regimiento activo y otro de reserva en cada Departamento Marítimo, sin que se aumentasen los Brigadieres, como se ha supuesto, puesto que solo se dio colocación a dos que no los tenían.
El deseo de suprimir la Infantería en la Marina no se abriga más que por los pocos llamados "Marina joven"[7], pues los generales y jefes de aplomo y práctica se oponen a ella.
Se llama exorbitante la fuerza de Infantería de hoy, cuando están a entrar y salir de guardias, ya bien limitadas, algunos días no se pueden  relevar y la instrucción se hace imposible.
La Infantería de Marina no rechaza su pase al ejército, sabe que dentro de él encontrará prestigio, honra y hermandad;  lo ambiciona si en Marina ha de estar menospreciada y desatendida; allí quedará abierta la carrera sin limitación, igualándose a todos los militares sin el rebajamiento de hoy; lo que no quiere ni puede consentir es que en premio de sus servicios especiales por mar y tierra, único cuerpo que tiene este gran privilegio, se le arroje sin dignidad, sin decoro y por medio de fórmula buscada, como parece haberlo expresado  un alto funcionario del Ministerio
Asegurase que ha traído la prevención o enemistad a la Infantería, su prestigio alcanzado a costa de tanta sangre vertida en los campos de batalla, y el aprecio que siempre ha demostrado el Jefe Supremo del Estado, honrándolo con tanta merced.
Se extraña este proceder de ahora con la Infantería, y la ingratitud con que se la trata y quiere tratársela aún más, cuando en San Pedro Abanto y en las Muñecas y en otros muchos puntos se sacrificó por ensalzar a la Marina como es público, a la que llevo siempre sus laureles.
Y no se entiende la culpabilidad que todo y por todo se le quiere echar a la Infantería, cuando no tuvo nunca voluntad propia ni resolución dispositiva, no rigiendo sus destinos sino en clase muy inferior subordinada, siendo oída muy pocas veces y no habiendo sido ninguno de sus individuos, ni Ministro ni Subsecretario ni presidente de ninguna Junta Consultiva, ni estando jamás más que en minoría y con sus pensamientos revisados sin la mayor competencia. Se quiere responsabilidad sin facultades ni derechos.
Tal es el ensañamiento que sin fundamento alguno profesa la "Marina Joven" a la Infantería de Marina, que hasta le achaca, haciendo de montera para ello, ser la causa de que no pueda construirse buques, cuando, como queda dicho, su organización es la más barata y se ha presentado a toda disminución, lo que no han hecho los censores. La causa de no bastar el presupuesto para carenas y construcciones lo demuestra la nota adjunta (letra A).
En este prurito de disminuir la importancia de la Infantería y de dejarla impotente, no pudiéndose llegar a la meta de sus deseos, dejaron sin facultades ningunas a la Inspección. Resolviendo en asuntos que no entienden como ajenos a su profesión tratan de aislar al Cuerpo, y se mandó a Filipinas, sin necesidad alguna de campaña, y sacándolo de su instituto un Regimiento activo[8], quedándose con su presupuesto de la península para salir de los apuros de la paga del acorazado[9].
Y se ha influido de tal manera para acelerar la expulsión denigrante de la Infantería, que su afán de conseguirlo pronto han anulado y dejado en ridículo a la Junta de Reorganización de la Armada, llevando su iniciativa irresponsable a la Comisión del Congreso llamada a entender en el fomento de los buques, para que penetrando en todo lo que a la Marina afecta, se pueda resolver por sorpresa en dicho Congreso, sin haber dejado llenar su misión y estudio a la Junta formada para entender en la organización de todos los Cuerpos de la Marina, cuyas facultades quedan usurpadas, y el dictamen de la Comisión sin los antecedentes que debiera reunir. Se resuelve de pleno sobre la suerte y porvenir de todo un Cuerpo dignísimo, sin tener en cuenta que se falta a lo que se debe a los que lo componen, cuyos derechos se vulneran, y sin haberse oído a uno solo de sus jefes y oficiales, continuando la marcha oscura y tenebrosa que se inició con la organización del Ministerio de Marina planteada en el 1° de mayo de 1884.[10] Desde entonces quedaron nulos los Cuerpos parias de la Marina, los Cuerpos Auxiliares.
Es muy de lamentar que el señor Ministro de Marina se haya conformado con las exigencias de la "Marina Joven", rebajando y humillando a la Infantería de Marina desde que tomó las riendas de ella.
Contrasta el proceder ingrato de la Marina a su Infantería, con el afecto que siempre le manifestó el Ejército.
Se ha querido intencionalmente suponer que la última organización de la Infantería fue puramente caprichosa, olvidándose que obedeció a la necesidad y exigencias de la nueva táctica y a las disposiciones del Departamento de la Guerra de devolver a cada Arma e Instituto sus reservas, afectas antes todas a los cuadros de la Infantería, y que hizo preciso la creación de los Cuadros para atender a los nuevos servicios, no solo en Marína sino también en todas las armas especiales moldeándose al nuevo ser de los ejércitos modernos
Lo que aseguró el señor Ministro en la discusión de los presupuestos en el Congreso, de que se lamentaban jefes y oficiales de la misma Infantería del desarrollo tomado por este cuerpo calificándolo de desproporcionado[11] y poco meditado en temor del porvenir, puede asegurarse es pura fábula, por cuánto ni hubo ese desarrollo ni pudo calificarse, aun cuando no es exacta. Respecto a lo de poco meditado, consideraciones de alta respetabilidad no permite entrar en pormenores; baste dejar consignado que la nueva organización, producto de una junta técnica, pasó hasta por el Consejo de Ministro que hizo alguna innovación.
Si deploró el Ministro de Marina que hubiera excesivo número de Alféreces supernumerarios, llevando implícitamente un cargo al Cuerpo de Infantería de Marina,  debió decir la causa y motivo, que no fue otro que el de las exigencias de la política, a que tuvo que doblegarse el entonces Ministro del ramo, General de la Armada, admitiendo más de cuarenta aprobados en unas oposiciones en que solo pedían dieciocho,  contra la opinión del Jefe de la Sección respectiva, que se opuso respetuosamente, demostrando cuán funesta era tal resolución para los intereses del Arma. De aquí la aflicción que se vino notando, sin culpabilidad propia, que se rechazo, como el de las gracias de Alféreces sin sueldo ni antigüedad, a las que igualmente se opuso el Cuerpo hasta donde pudo.
Si la Infantería de Marina se ha visto precisada de continuo y por voluntad de los Ministros, Generales de la Armada, a estar dispuesta para entrar en campañas de tierra en unión del Ejército,  natural y lógico es que procurará organizarse, en lo poco que de si dependiera,  para responder a lo que la Nación, la Marina y su propio decoro demandaban,  alejándose de hacer un papel triste y desairado entre sus  hermanos de armas del Ejército, buscando descrédito donde se ambicionaban servicios distinguidos y laureles que presentar a la entidad Marina.
Se extraña y censura que en cada Departamento Marítimo tenga el mando inmediato de las armas un Brigadier, cuando en los demás cuerpos auxiliares, Artillería, Ingenieros y Sanidad, compuesto de escaso número de personal, tienen esa categoría, y en Administración un Intendente, asimilado a General
Se pondera e inventa ventajas que no tiene este Cuerpo que podría llamarse anfibio, y no se dice que va a servicios propios y extraños a la Institución, a América y Asia sin remuneración alguna, presentándose lo ficticio y ocultándose lo laudable.
Quiere la "Marina Joven" un cuerpo militar armado y organizado, sin autonomía propia, sin porvenir, sin aspiraciones, sin recompensas, sin dignidad, ni honor,  ni ninguna dote que  lo realce;  es decir un Cuerpo sin alma, un cuerpo esclavo dentro de la época de libertad y de nobles aspiraciones. La Infantería de Marina no se presta ni se prestara jamás hacer papel tan humillante, tan depresivo e indecoroso. Antes prefiere su extinción, desaparecer dentro de la gran familia militar.
Objeto es dentro de la Marina joven la oposición sistemática a la Academia de Infantería de Marina establecida en el Departamento de San Fernando bajo la denominación de General Central. Está Academia ha resuelto la tan debatida aspiración de la unidad de procedencia en la milicia. Allí se encuentra la 1ª Sección destinada a soldados jóvenes, hijos de toda clase de militares marinos desvalidos que reciben carrera u oficio. La 2ª Sección, instruye los soldados o paisanos que aspiran a ser cabos. La 3ª da educación científica a los sargentos que aspiran a ser oficiales, y la 4ª a los soldados alumnos que por resultado de oposiciones aspiran a las vacantes de Alféreces. Todos los de la 1ª, 2ª, y 3ª Sección tienen plaza de soldados en los Regimientos no suman gasto al servicio.
    El Cuerpo de Infantería de Marina es el único que disfrutando de grande honor y deber de servir por mar y tierra, en la península y ultramar, tiene prohibido el llegar al final de la carrera militar como los demás cuerpo armados, concedido hasta al soldado del Ejército; contraste notabilísimo, cuya razón de ser no puede justificarse ni comprenderse.
   Predominando, como parece, en la "joven marina" el que se supriman las guarniciones de los buques de guerra, a pesar de su condición militar cada día mayor, según está apuntado, la misión de la infantería debe concretarse a las guarniciones de los Departamentos y Colonias, alternando en ambos servicios.




LETRA "A"
MOTIVOS DE LA DECADENCIA DE LA MARINA
- La arbitrariedad en disponer gastos no autorizados por Ley ni mandato del Gobierno.
- La prodigalidad en conceder sueldos y gratificaciones no justificadas.
- La condescendencia de sostener una escala de Reserva excesiva, con Jefes y Oficiales aptos para el servicio activo, y que permaneciendo en sus casas, muchos, con cuatro quintos (de paga) obligan a sostener crecido número de pilotos particulares en los destinos señalados a aquellos.
- El mantenimiento de Jefes y Oficiales de todos los Cuerpos a sueldo entero cuando están sin destino alguno en tierra.
- Los gastos desorbitantes  e injustificados, como el ocasionado en Ferrol al formar el paseo llamado de Herrera[12], el del frente de la puerta del Dique, el de la espalda de la Cárcel y que han costado muchos cientos de miles duros.
- El incalificable gasto del dique flotante de Ferrol ascendente a unos 21 millones, sin haberse siquiera recibido oficialmente, por abandono punible de que nadie respondió.
- Los gastos hechos en la actual Capitanía General de Cádiz para vivienda de multitud de jefes y Oficiales, que en otros  Departamentos se pagan sus viviendas.
- En el mantenimiento de muchos edificios militares sin objeto, como las Intendencias de Ferrol y Cartagena, otros en Madrid y los Departamentos y los construidos sin presupuesto aprobado en los Arsenales, que no existían cuando había grandes Escuadras.




[1] Las vicisitudes del período de mando de Montero Subiela están tratadas con bastante detalle en: Cózar Navarro, MC, "La Infantería de Marina durante la Restauración 1875-1893" , Cádiz, 1993
[2] Ecos de la Prensa. Recopilación de artículos referentes al Cuerpo de Infantería de Marina. Madrid. 1883
[3] NUÑEZ IGLESIAS, Indalecio. Breve historia Orgánica de la Infantería de Marina del siglo XIX. RGM, Madrid, Enero de 1953
[4] CHOCANO HIGUERAS, Guadalupe: Evolución del pensamiento Naval en don Antonio Maura. Madrid 1988.
[5] Se refiere a la sublevación cantonal de 1874
[6] Reforma del ministro Francisco de Paula Pavía Pavía. Real Decreto de Reorganización del Cuerpo de IM, 26 de junio de1882. 
[7] La Marina Joven puede referirse  al grupo de Oficiales conocidos como el "Pentágono", que ocupaban destinos de importancia en el Ministerio con Antequera y que tuvieron gran influencia en la Junta Reorganizadora de la Armada. Entre ellos: Auñón, Ardois, Concas, Villamil y Piñeiro.
[8] Destinado el 3º Regimiento a Filipinas por Real Orden de 14 de mayo de 1884, se prepara en Cartagena, siendo su coronel don Joaquín Albacete quien, según su Hoja de Servicios, el 4 de junio de 1884 tomó el mando del Regimiento, y el día 7 embarcó con la Plana Mayor y el 1ª Batallón en el vapor aviso transporte de guerra "San Quintín" con dirección a Filipinas. El 18 de julio llegó a la bahía de Manila, y después de tres días de observación impuestos al buque, desembarcó con la fuerza en la inmediata población de Cavite a donde fue destinado con su Regimiento prestando el servicio ordinario de guarnición, á las órdenes del Excelentísimo Sr. Capitán General de las Islas.
Dispuesto el regreso del Regimiento por Real Orden 15 de febrero de 1886, el 1 de marzo de 1886 y según orden del Excmo. Sr Capitán General de Filipinas, el Coronel Albacete embarcó en el vapor correo "San Ignacio de Loyola" con el 1º Batallón del 3º Regimiento y Plana Mayor del mismo, llegando a Barcelona el día 4 de abril, continuando viaje para Cartagena a donde llegó el 8 siguiente.[8]
El 2º Batallón del Regimiento sale de Cartagena el 25 de junio de 1884 a bordo del vapor correo "Venezuela", desembarcando en Cavite el 4 de agosto. Para su regreso a la Península, el 2º Batallón embarca el 1 de octubre de 1886 en el vapor correo  "Isla de Luzón", llegando a su destino el 7 de noviembre.
[9] Según Cózar Navarro, MC: o.c., p. 74: El Regimiento marchó a Filipinas para reforzar las fuerzas allí destacadas, ante el levantamiento de los indios de Samar en 1884. Esta razón no parece casar mucho con el empleo que se le dio al Regimiento.
[10] Reorganización del  1 de mayo de 1884 del Ministro, Almirante Juan Bautista Antequera (18 de enero de 1884–13 de julio de 1885)
[11] Subrayado en el original
[12] Después del alzamiento de 1840 el Ayuntamiento ordenó demoler los antiguos Jardines de Herrera. Andrés Comerma y Batalla, fue el Ingeniero que diseñó en 1885 los Jardines de Herrera.