En estos
momentos de aflicción que vivimos, el aislamiento domiciliario nos ofrece la posibilidad de reflexionar en
nuestras casas (lejos del mundanal ruido) para poder extraer algunas lecciones sobre la crisis que nos está afectando. La primera de ellas es el ver como se han
sacudido los cimientos en los que creíamos que se asentaba sólidamente nuestra
sociedad y su capacidad de hacer frente a los problemas que se le plantearan. Nuestra
confianza se ha desmoronado y ha quedado manifiestamente clara nuestra
fragilidad individual y colectiva ante un problema insospechado, que cuando se
manifestó por primera vez creíamos que no nos iría a afectar, pues las pandemias
eran cosas del "tercer mundo", como tuvimos ocasión de ver con la del
Ébola.
La actitud
posmoderna ante la vida también ha quedado sacudida por la extensión del Covid 19.
Sus ideólogos y profetas se han quedado sin respuestas. Para ellos, hasta ahora,
el valor de la vida para los no natos y la tercera edad era relativo; su nueva
ética social permitía que la pirámide de población pudiera recortarse por las partes más vulnerables de ambos extremos, por medio de políticas activas de apoyo
al aborto y la eutanasia: era lo moderno. Ahora, cuando ven en riesgo de muerte
a sus abuelos, padres, e hijos, no
parece que sus frías recetas sociales sean tan de aplicación: eran buenas para
los demás, pero no para ellos, aunque me temo que volverán por donde solían...
Hoy, ante el
avance de esta pandemia, es evidente la fragilidad de toda la pirámide de
población, aunque sea más acusada en las personas mayores, potenciales
receptores de las políticas activas eutanásicas que estaban a punto de
aprobarse en España, herederas de los mismos principios que inspiraron las
políticas abortistas. En el fondo subyace la actitud ante la vida: la de los
ateos y agnósticos, y la inspirada por la moral cristiana.
Yo creo con
Kierkegaard, que “la vida es el mayor bien que un hombre le debe a otro y que
ésta deuda, por muchos números que se hagan, siempre será incalculable”. En
consecuencia, en mi opinión, el respeto a la vida desde la concepción hasta su
finalización, y la veneración a nuestros mayores, deben ser sólidos pilares
éticos en nuestra vida.
Parece que las
posiciones darwinistas mas posmodernas se han ido abriendo camino en estos días.
Como ejemplo, tenemos la postura calvinista-luterana de Frits Rosendaal, jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de
la Universidad de Leiden (Países Bajos) que recoge el ABC del pasado 27 de
marzo, quien señala la posición cultural
que en España e Italia tienen los ancianos; lo que explicaría los distintos
estados de saturación de hospitales debido al coronavirus, comparados con los
de su país. Rosendaal cree que los
ancianos no se deben llevar a los hospitales y que en España e Italia admitimos
a personas que ellos no incluirían porque son demasiado viejas. "Los
ancianos tienen una posición muy diferente en la cultura italiana" dice
este orate: Calvinismo y predeterminación en estado puro que reflejan el espíritu
posthumanista de la moderna sociedad de los Países Bajos, en donde se han
practicado 3.200 eutanasias el año pasado.
También en el
ABC del día 31 de marzo se nos informa del dilema que se plantea en Bélgica y
la recomendación que la Sociedad Belga de Geriatría ha elaborado para que no se
trasladen a los hospitales a los ancianos
afectados con coronavirus, muy en línea con el espíritu que parece animar a sus
vecinos de los Países Bajos.
Pero ese
espíritu parece que también se ha extendido a sectores médicos de España, como
se recogía en el ABC del pasado día 27 de este mes, dando la noticia de que la Sociedad Española de Medicina Intensiva
Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) había publicado hace unos días una guía para ayudar a los especialistas a
priorizar enfermos. Entre otras recomendaciones, se aconsejaba no intubar a
mayores de 80 años ni a personas con Alzhéimer
y con enfermedades neurodegenerativas, teniendo en cuenta el "valor
social" de los pacientes: darwinismo en estado puro.
En respuesta a
este documento y a los nuevos dilemas éticos que plantea la pandemia, nos
informa el ABC que el Comité de Bioética de España ha
elaborado un informe con criterios comunes para todos los hospitales en el que
corrige la orientación de los intensivistas. Este órgano asesor del Gobierno
rechaza, por ejemplo, que la edad y la discapacidad sean criterios exclusivos
para decidir a quién se le dedica el máximo esfuerzo terapéutico,
subrayando que la discapacidad de las personas enfermas no puede ser por sí
misma un motivo para descartarlas. Al comité le preocupa que se descuide a
otros enfermos con patologías diferentes al coronavirus y rechaza el concepto
utilitarista, y éticamente rechazable, de valor social, y considera que "Todo
ser humano por el mero hecho de serlo es socialmente útil, en atención al valor
ontológico de la dignidad".
En particular y en relación con el descuido a los enfermos, la situación actual con las residencias de mayores es absolutamente injusta e indignante, y
quien tenga algún familiar internado lo sabe. La desatención de las autoridades hacia esta población es de juzgado de guardia; el número de fallecidos lo
evidencia, ya mas de 3000. El efecto de la desatención es que las personas más vulnerables y con
mayor riesgo a un eventual contagio del coronavirus han quedado al margen de
las medidas de prevención y cura, y son las más perjudicadas por esta crisis.
La ineficacia
y el diletantismo se han combinado en la errática y tardía acción del gobierno,
y es la población quien está pagando su precio.
El diablo cuando se aburre mata moscas con el rabo.....pero cuando está activo da dentelladas a los cuellos y deja a los descerebrados campar a sus anchas como aliados suyos: esos postmodernos, darwinistas, transhumanists, etc q mencionas en tu artículo. Je suis d'accord avec toi!!
ResponderEliminarMe parece un brillante resumen de las diferencias ideologicas norte sur de europa....religioso y cultural.
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