Hay lugares que se deben visitar ya
aprendidos; los museos son para mi uno de ellos, otros son los teatros de ópera
y de conciertos. Sin una preparación previa no se puede sacar el máximo
rendimiento a la visita o a la velada.
Desde la lejana juventud disfruté en
Madrid con mis visitas al Museo Naval y al del Ejército, en cuyas salas, sin
muchas explicaciones, aprendí muchos pasajes de la historia de ambas
instituciones. Me hubiera gustado haber profundizado en ellas durante mi
formación militar, pero, lamentablemente, la adoración de la técnica y la táctica convirtieron en
secundario el estudio de la historia.
A finales de octubre fui a visitar
el Museo Naval de Madrid, recién reformado en su aspecto museográfico y en su
infraestructura. Creo que se ha hecho un buen trabajo, pues las salas están más
despejadas y lo que se ha seleccionado para exponer está acompañado de
abundantes carteles explicativos. Antes de la reforma, el discurso museológico
te llevaba a ver la historia de la Armada a través de una secuencia algo
diferente de la actual, pero acertada, con la que disfrutabas y aprendías los
hitos importantes de la vida de una institución, varias veces centenaria.
Ahora se ha empleado una nueva secuencia que te lleva de la mano en la trayectoria histórica de la Armada, usando un menor número de obras, pero encuentro innecesario dedicar una sala a la Armada actual, que podría tener mejor empleo en un museo histórico necesitado de espacio. En la disposición actual, el conjunto mantiene un poco el aspecto que tenía de “pañol histórico”, con muchos artefactos, aunque echo de menos algunos de los que se han retirado.
Sobre la selección de obras a exponer
hemos visto una polémica epistolar y en los medios. Ha surgido porque no se ha
expuesto el cuadro de Ferrer-Dalmau “El último combate del Glorioso”, que
llevaba poco tiempo en el museo. Daré mi opinión al final, pero lo que me ha
animado a publicar esta entrada son otras razones ajenas al debate, de más
importancia para mí.
Las que esgrime el Director del Instituto
de Historia Cultura Naval para retirar el cuadro, en mi opinión, no son de recibo. En la carta
dirigida a los miembros de la Asociación de Amigos del Museo escribe que “el
nuevo discurso histórico del Museo Naval trata de ser equilibrado frente a la
perspectiva anglosajona, qué deudora de su propia propaganda de guerra, maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”. No
entiendo a que viene ese comparatismo con el discurso británico. Supongo que no
se referirá a nuestro museo… ¿o sí?
Pero para entender el discurso museológico actual, solo hay que recurrir a YouTube y ver el vídeo de la
presentación ante los medios de la apertura del renovado museo. En él, se puede ver al Director del Instituto hablar de: “revisar el discurso del museo… presentar un discurso equilibrado y
libre de complejos… sin tener que inventar excusas para justificar lo que
hicimos mal y sin tener que pedir excusas por lo que hicimos bien...” Y yo
me pregunto: ¿pero es que el discurso anterior inventaba excusas? El
momento más lamentable del video, y que responde a mis preguntas, llega cuando el director afirma que: “el
discurso anterior tenía la tendencia a mostrar a la Armada como una institución
ineficaz, mucho más derrotada que vencedora”. O sea: la perspectiva
británica que “maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”.
Desde luego esta crítica es injustificada e inaceptable, pues echa tierra encima de sus antecesores, muchos de ellos brillantes historiadores navales, cuya categoría la evidencian sus perfiles académicos y sus obras.
Algunos cuadros me trajeron el recuerdo de la obra de Antonio Alcalá Galiano “Recuerdos de un anciano”, que describe el ambiente que se vivía en Cádiz en aquellos días en los que la Escuadra Hispano-Francesa estaba fondeada en la bahía. El autor vio la batalla en la lejanía desde un cerro de Chiclana, con la incertidumbre de saber la suerte del navío “Bahama”, que en ella combatía a las órdenes de su padre, el Brigadier D. Dionisio Alcalá Galiano, que murió a bordo luchando.
Cierra esta exposición un retrato del Contralmirante D. José Ignacio González-Aller Hierro, con un cartel que glosa la personalidad de quién durante años fue el alma del museo, siguiendo la estela de otros brillantes directores, como los Almirantes D. Julio Guillen Tato o D. Fernando Bordejé Morencós.
Para finalizar, propondría traer de nuevo el cuadro de Ferrer-Dalmau para recordar al visitante, pero sobre todo a los marinos, que la esencia de su profesión es el combate, y que la suerte de las armas no siempre es favorable, pero se gane o se pierda, siempre hay que hacerlo heroicamente, con honor y valor. La Armada debe preservar la memoria de sus héroes y sus gestas.
Brillante artículo con el que estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMás parece una decisión personal que el resultado de un concienzudo estudio de reputados historiadores que soporte el nuevo discurso museográfico. Si es así es un error no admisible en un museo nacional de esta categoría.
Me ha gustado el artículo, de diez
ResponderEliminarMe ha gustado y,al margen de las criticas recibidas, creo que el cuadro del " Gloriiso" junto con su brillante historial,debe estsr presente.
ResponderEliminarToda acción militar española merece el mismo recuerdo sea cual fuese su resultado. En todas ellas se reflejan de igual manera los valores intrínsecos del amor a la Patria, espíritu de sacrificio y lealtad a la Bandera.
ResponderEliminarMagnífica entrada poniendo las cosas en su sitio.
ResponderEliminarDesde luego, la polémica creada con relación al cuadro ¨El último combate del Glorioso¨, así como su consecuente traslado al museo de la Isla me crea ciertas dudas sobre los criterios seguidos para la reforma llevada a cabo, que no he tenido ocasión de comprobar.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo, en todo. Muchas gracias
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