martes, 10 de noviembre de 2020

UNA VISITA AL MUSEO NAVAL

 

Hay lugares que se deben visitar ya aprendidos; los museos son para mi uno de ellos, otros son los teatros de ópera y de conciertos. Sin una preparación previa no se puede sacar el máximo rendimiento a la visita o a la velada. 

Desde la lejana juventud disfruté en Madrid con mis visitas al Museo Naval y al del Ejército, en cuyas salas, sin muchas explicaciones, aprendí muchos pasajes de la historia de ambas instituciones. Me hubiera gustado haber profundizado en ellas durante mi formación militar, pero, lamentablemente, la adoración de la técnica y la táctica convirtieron en secundario el estudio de la historia.

A finales de octubre fui a visitar el Museo Naval de Madrid, recién reformado en su aspecto museográfico y en su infraestructura. Creo que se ha hecho un buen trabajo, pues las salas están más despejadas y lo que se ha seleccionado para exponer está acompañado de abundantes carteles explicativos. Antes de la reforma, el discurso museológico te llevaba a ver la historia de la Armada a través de una secuencia algo diferente de la actual, pero acertada, con la que disfrutabas y aprendías los hitos importantes de la vida de una institución, varias veces centenaria.

 Ahora se ha empleado una nueva secuencia que te lleva de la mano en la trayectoria histórica de la Armada, usando un menor número de obras, pero encuentro innecesario dedicar una sala a la Armada actual, que podría tener mejor empleo en un museo histórico necesitado de espacio. En la disposición actual, el conjunto mantiene un poco el aspecto que tenía de “pañol histórico”, con muchos artefactos, aunque echo de menos algunos de los que se han retirado.

Sobre la selección de obras a exponer hemos visto una polémica epistolar y en los medios. Ha surgido porque no se ha expuesto el cuadro de Ferrer-Dalmau “El último combate del Glorioso”, que llevaba poco tiempo en el museo. Daré mi opinión al final, pero lo que me ha animado a publicar esta entrada son otras razones ajenas al debate, de más importancia para mí.

Las que esgrime el Director del Instituto de Historia Cultura Naval para retirar el cuadro, en mi opinión, no son de recibo. En la carta dirigida a los miembros de la Asociación de Amigos del Museo escribe que “el nuevo discurso histórico del Museo Naval trata de ser equilibrado frente a la perspectiva anglosajona, qué deudora de su propia propaganda de guerra, maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”. No entiendo a que viene ese comparatismo con el discurso británico. Supongo que no se referirá a nuestro museo… ¿o sí?

Pero para entender el discurso museológico actual, solo hay que recurrir a YouTube y ver el vídeo de la presentación ante los medios de la apertura del renovado museo. En él, se puede ver al Director del Instituto hablar de: “revisar el discurso del museo… presentar un discurso equilibrado y libre de complejos… sin tener que inventar excusas para justificar lo que hicimos mal y sin tener que pedir excusas por lo que hicimos bien...”  Y yo me pregunto: ¿pero es que el discurso anterior inventaba excusas? El momento más lamentable del video, y que responde a mis preguntas, llega cuando el director afirma que: “el discurso anterior tenía la tendencia a mostrar a la Armada como una institución ineficaz, mucho más derrotada que vencedora”. O sea: la perspectiva británica que “maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”.

Desde luego esta crítica es injustificada e inaceptable, pues echa tierra encima de sus antecesores, muchos de ellos brillantes historiadores navales, cuya categoría la evidencian sus perfiles académicos y sus obras.

Trafalgar
(Daniel Parra)

 Contemporáneamente con la reapertura del museo se inauguró en el Museo de Madrid una exposición de cuarenta obras del pintor Daniel Parra, titulada “Trafalgar, el viaje con Galdós”, que también visité, y lo merece. Las obras presentan la batalla en tres etapas y tres salas, y se inspiran en la interpretación que hace Galdós de ella. Algunos cuadros, de gran formato, son particularmente emotivos y merecerían exponerse en los museos de la Armada, al mostrar el heroísmo de los marinos, pero me temo que la dirección actual del Museo Naval podría pensar que desequilibrarían su nuevo discurso museológico.

Algunos cuadros me trajeron el recuerdo de la obra de Antonio Alcalá Galiano “Recuerdos de un anciano”, que describe el ambiente que se vivía en Cádiz en aquellos días en los que la Escuadra Hispano-Francesa estaba fondeada en la bahía. El autor vio la batalla en la lejanía desde un cerro de Chiclana, con la incertidumbre de saber la suerte del navío “Bahama”, que en ella combatía a las órdenes de su padre, el Brigadier D. Dionisio Alcalá Galiano, que murió a bordo luchando.

Tomás Pérez, Granadero de Marina del navío "Bahama". 
(Daniel Parra) 

Cierra esta exposición un retrato del Contralmirante D. José Ignacio González-Aller Hierro, con un cartel que glosa la personalidad de quién durante años fue el alma del museo, siguiendo la estela de otros brillantes directores, como los Almirantes D. Julio Guillen Tato o D. Fernando Bordejé Morencós.

Para finalizar, propondría traer de nuevo el cuadro de Ferrer-Dalmau para recordar al visitante, pero sobre todo a los marinos, que la esencia de su profesión es el combate, y que la suerte de las armas no siempre es favorable, pero se gane o se pierda, siempre hay que hacerlo heroicamente, con honor y valor. La Armada debe preservar la memoria de sus héroes y sus gestas.

Muerte de Churruca en Trafalgar (Museo del Prado)
Eugenio Álvarez Dumont