martes, 16 de agosto de 2022

MUERTE INDIGNA

 

Descendiendo por la orilla del río Aragón sumido en mis pensamientos, llegué a la conclusión de que no debería permanecer impasible ante el ruido mediático que estaba produciendo la reciente sentencia del tribunal supremo de los Estados Unidos: Dobbs versus Jackson Women´s Health Organization. En consecuencia, decidí arriesgarme a escribir unas escuetas reflexiones sobre este complejo asunto, que tiene tantos factores, sabiendo que voy a contentar a muy pocos.

Dejo mi posición clara desde el principio. Considero que el aborto es un acto abominable, por realizarse contra un ser humano indefenso que está por nacer.

EL RIO ARAGÓN A SU PASO POR CASTIELLO DE JACA

Tras la publicación de la sentencia norteamericana, el progresismo imperante se ha rasgado las vestiduras, mientras los grupos pro vida hacen que "las campanas repiquen vibrantes"... El tribunal supremo deja a los estados la responsabilidad de decidir su regulación, y confirma que el derecho al aborto no existe en la constitución de los Estados Unidos, ni está implícito en otras garantías, como afirman sus defensores. Este reconocimiento anula la anterior sentencia de Roe Versus Wade, que facilitó en ese país la práctica del aborto. Desde 1973, el año de la sentencia, se han producido en los Estados Unidos 62 millones de abortos, lo que produce espanto y confirma que si eso es el progresismo, estamos perdidos porque, además, las políticas en favor del aborto van de la mano de las de la eutanasia. Como referencia, desde 1985, año de aprobación de la primera ley de supuestos, se han producido en España mas de 2 millones de abortos.

En la entrada “Vida Digna”, comentaba las memorias de Simone Veil, quien elaboró en Francia la ley del aborto, denominada eufemísticamente de la “Interrupción Voluntaria del Embarazo”. Este término se copió luego en España, en donde seguimos sin tener una posición racional común que permita afrontar con serenidad este debate. Las posiciones están muy alejadas, e incluyen consideraciones bioéticas, jurídicas, antropológicas, y médicas.

Cuando en democracia se discuten conceptos trascendentes como la vida humana, la expresión de la voluntad popular debe tener sus límites. No es razonable que aritméticas parlamentarias coyunturales puedan disponer de la vida de otros seres humanos no nacidos. La regularización del aborto merece una discusión sosegada muy razonada, y no estar impulsada por agendas ideológicas de extremismos radicales.

La ética debería proporcionar luz a este debate, pero es rechazada por los relativistas posmodernos que quieren librarse de ataduras filosóficas y, en su destructor camino, quieren eliminarla hasta de la enseñanza, para que la recepción de sus consignas en una sociedad estabulada en identidades colectivas con su libertad de expresión limitada, se admita acríticamente.

En mi opinión, el debate lo debería iluminar las consideraciones éticas y, además, dejar de considerar a la mujer como la única propietaria del nasciturus y a éste como una mera extensión de su cuerpo del que puede disponer a voluntad en virtud de su “autodeterminación individual”. Asombra que pueda incluirse en esa supuesta autodeterminación la eliminación física de un ser humano en desarrollo, indefenso, único e irrepetible.

La autodeterminación individual de la mujer no es un valor superior al derecho a la vida del no nacido. Ambos conceptos no pueden ponerse en el mismo plano, pues el primero puede conducir a la muerte indigna. En España deberíamos revisar todo lo que las mayorías coyunturales han tejido en este asunto sin la debida consideración a la ética, pero me temo que son vanas ilusiones, pues ya estamos recorriendo el camino de deconstrucción y posterior destrucción en detalle de los valores sobre los que se sustentan nuestras sociedades occidentales. 

PANORAMA: VIDA DIGNA (reymeric.blogspot.com)