martes, 10 de noviembre de 2020

UNA VISITA AL MUSEO NAVAL

 

Hay lugares que se deben visitar ya aprendidos; los museos son para mi uno de ellos, otros son los teatros de ópera y de conciertos. Sin una preparación previa no se puede sacar el máximo rendimiento a la visita o a la velada. 

Desde la lejana juventud disfruté en Madrid con mis visitas al Museo Naval y al del Ejército, en cuyas salas, sin muchas explicaciones, aprendí muchos pasajes de la historia de ambas instituciones. Me hubiera gustado haber profundizado en ellas durante mi formación militar, pero, lamentablemente, la adoración de la técnica y la táctica convirtieron en secundario el estudio de la historia.

A finales de octubre fui a visitar el Museo Naval de Madrid, recién reformado en su aspecto museográfico y en su infraestructura. Creo que se ha hecho un buen trabajo, pues las salas están más despejadas y lo que se ha seleccionado para exponer está acompañado de abundantes carteles explicativos. Antes de la reforma, el discurso museológico te llevaba a ver la historia de la Armada a través de una secuencia algo diferente de la actual, pero acertada, con la que disfrutabas y aprendías los hitos importantes de la vida de una institución, varias veces centenaria.

 Ahora se ha empleado una nueva secuencia que te lleva de la mano en la trayectoria histórica de la Armada, usando un menor número de obras, pero encuentro innecesario dedicar una sala a la Armada actual, que podría tener mejor empleo en un museo histórico necesitado de espacio. En la disposición actual, el conjunto mantiene un poco el aspecto que tenía de “pañol histórico”, con muchos artefactos, aunque echo de menos algunos de los que se han retirado.

Sobre la selección de obras a exponer hemos visto una polémica epistolar y en los medios. Ha surgido porque no se ha expuesto el cuadro de Ferrer-Dalmau “El último combate del Glorioso”, que llevaba poco tiempo en el museo. Daré mi opinión al final, pero lo que me ha animado a publicar esta entrada son otras razones ajenas al debate, de más importancia para mí.

Las que esgrime el Director del Instituto de Historia Cultura Naval para retirar el cuadro, en mi opinión, no son de recibo. En la carta dirigida a los miembros de la Asociación de Amigos del Museo escribe que “el nuevo discurso histórico del Museo Naval trata de ser equilibrado frente a la perspectiva anglosajona, qué deudora de su propia propaganda de guerra, maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”. No entiendo a que viene ese comparatismo con el discurso británico. Supongo que no se referirá a nuestro museo… ¿o sí?

Pero para entender el discurso museológico actual, solo hay que recurrir a YouTube y ver el vídeo de la presentación ante los medios de la apertura del renovado museo. En él, se puede ver al Director del Instituto hablar de: “revisar el discurso del museo… presentar un discurso equilibrado y libre de complejos… sin tener que inventar excusas para justificar lo que hicimos mal y sin tener que pedir excusas por lo que hicimos bien...”  Y yo me pregunto: ¿pero es que el discurso anterior inventaba excusas? El momento más lamentable del video, y que responde a mis preguntas, llega cuando el director afirma que: “el discurso anterior tenía la tendencia a mostrar a la Armada como una institución ineficaz, mucho más derrotada que vencedora”. O sea: la perspectiva británica que “maximizaba nuestras derrotas y olvidaba nuestras victorias”.

Desde luego esta crítica es injustificada e inaceptable, pues echa tierra encima de sus antecesores, muchos de ellos brillantes historiadores navales, cuya categoría la evidencian sus perfiles académicos y sus obras.

Trafalgar
(Daniel Parra)

 Contemporáneamente con la reapertura del museo se inauguró en el Museo de Madrid una exposición de cuarenta obras del pintor Daniel Parra, titulada “Trafalgar, el viaje con Galdós”, que también visité, y lo merece. Las obras presentan la batalla en tres etapas y tres salas, y se inspiran en la interpretación que hace Galdós de ella. Algunos cuadros, de gran formato, son particularmente emotivos y merecerían exponerse en los museos de la Armada, al mostrar el heroísmo de los marinos, pero me temo que la dirección actual del Museo Naval podría pensar que desequilibrarían su nuevo discurso museológico.

Algunos cuadros me trajeron el recuerdo de la obra de Antonio Alcalá Galiano “Recuerdos de un anciano”, que describe el ambiente que se vivía en Cádiz en aquellos días en los que la Escuadra Hispano-Francesa estaba fondeada en la bahía. El autor vio la batalla en la lejanía desde un cerro de Chiclana, con la incertidumbre de saber la suerte del navío “Bahama”, que en ella combatía a las órdenes de su padre, el Brigadier D. Dionisio Alcalá Galiano, que murió a bordo luchando.

Tomás Pérez, Granadero de Marina del navío "Bahama". 
(Daniel Parra) 

Cierra esta exposición un retrato del Contralmirante D. José Ignacio González-Aller Hierro, con un cartel que glosa la personalidad de quién durante años fue el alma del museo, siguiendo la estela de otros brillantes directores, como los Almirantes D. Julio Guillen Tato o D. Fernando Bordejé Morencós.

Para finalizar, propondría traer de nuevo el cuadro de Ferrer-Dalmau para recordar al visitante, pero sobre todo a los marinos, que la esencia de su profesión es el combate, y que la suerte de las armas no siempre es favorable, pero se gane o se pierda, siempre hay que hacerlo heroicamente, con honor y valor. La Armada debe preservar la memoria de sus héroes y sus gestas.

Muerte de Churruca en Trafalgar (Museo del Prado)
Eugenio Álvarez Dumont

martes, 18 de agosto de 2020

RETORNO A LA ISLA DE LEÓN


                                                                                                  
En el año 1968, un jueves de junio qué lucía mas que el sol, visité la Isla de León por vez primera. Era el día de Corpus Christi. Se intuía el final de época.
 Las calles estaban llenas de gente para ver pasar la procesión: la custodia con escolta militar, presbíteros, acólitos, devotos, niños vestidos de primera comunión, representantes de las cofradías, el Alcalde con la corporación municipal bajo mazas, y el Capitán General acompañado de comisiones militares vestidos de gala; cerraba la procesión una compañía de honores con bandera, banda y música: todo un espectáculo. En el aire, un aroma de incienso y flores, y en los balcones, con frontales de damasco o banderas, las personas arrojaban pétalos al paso de la custodia.
Las unidades de la guarnición cubrían la carrera, rindiendo sus armas rodilla en tierra al paso de la custodia. Era una apoteosis religiosa en la que se manifestaban aspectos civico-militares del régimen, entonces empeñado en la modernización de España. Al concluir la función, desfilaban ante el Capitán General las unidades que habían cubierto la carrera. Todo el conjunto contribuía a confirmar el carácter castrense de San Fernando. Me recordaba mi Ferrol natal, en cuya procesión yo lucí mis galas de marinero de primera comunión.
En los años siguientes volví a San Fernando para visitas profesionales al Arsenal de La Carraca, la Empresa Nacional Bazán, la Fábrica de Artillería de San Carlos, el Panteón de Marinos Ilustres, y el Cuartel de Batallones de Marina; hasta que en 1971 volví ya para residir allí. Desde entonces la Isla fue mi hogar en repetidas ocasiones, en periodos de dos años, hasta llegar a un total de dieciséis.
En el año 1974, destinado en San Fernando, la Compañía en la que yo servía cubría la carrera el día del Corpus Christi. Con un calor de justicia esperábamos el paso de la procesión, mientras veíamos como la gente en ropa playera, con sillas y sombrillas, huían hacia la playa. Pocas almas piadosas adornaban las calles y balcones. Rendimos armas al paso de la custodia, y desfilamos al acabar la procesión. Vivíamos en los amenes del régimen de Franco, y sus manifestaciones religiosas no estaban muy concurridas. Era el final de una época de nuestra historia.
Siempre me sentí muy unido a esa ciudad, fundamentalmente por motivos profesionales. En ella, mis primeros amores de juventud me descubrieron alguno de los inescrutables misterios del carácter femenino; mis camaradas de armas isleños, oficiales y suboficiales veteranos, me introdujeron en los secretos de la milicia, y en particular en los del Cuerpo en que servía. Fue una etapa de aprendizaje, de aciertos y errores.
La movilidad, a la que me obligó la profesión, hizo qué el cuartel de Batallones de Marina de San Carlos fuera la vivienda en la que residí más tiempo de mi vida, hasta que colgué los hábitos. En el Hospital de Marina nació mi hijo varón, un día en el que en el Tercio de Armada tronaba el cañón rindiendo los honores de ordenanza a don Juan de Borbón que visitaba la unidad.
Desde el principio aprecié las cualidades de la vida tranquila de San Fernando, sus costumbres, gastronomía, playas, y el calor de los amigos que intentaban hacer la vida agradable a los ferrolanos que habíamos “secado los pies”; y como no, sus damas, algunas de corazones… y otras de espadas.
Con los años, siempre volví con ganas a pasar periodos de descanso, y disfrutar de su magnífica Semana Santa. Este verano he vuelto a residir unos días en La Isla, invitado por unos amigos, quienes con la tradicional hospitalidad isleña nos abrieron su casa, lo que nos permitió recuperarnos un poco de los acaecimientos de un año para olvidar.

LA PLAZA DEL REY
LA PLAZA DEL REY


Recorrí la calle Real con el fresco de la mañana y me premié con unos churros del “44” en la Plaza del Rey mientras charlaba con un viejo amigo y antiguo jefe. Me agradó ver que el isleño General Varela seguía cabalgando en el centro de la plaza, pero encontré incomprensible la iconoclasia de los ediles, con la KulturKampf que han emprendido para descabalgar a un hijo del pueblo, que inició a los catorce años el ascenso de los peldaños de la milicia, desde educando de banda, pasando por cabo y sargento, hasta llegar a Capitán General del Ejército, y con dos Cruces Laureadas en el pecho… ¡casi nada! Es despreciable el interés por destruir todo el pasado de la ciudad que no sintonice con las letanías de consignas que predican estos “progresistas de estero”.



Me desagradó ver que la imagen del Corazón de Jesús había desaparecido de la fachada principal del Ayuntamiento, al parecer en aplicación de la malhadada ley de la Memoria Histórica. Según me contó mi antiguo jefe, un piadoso benefactor consiguió recuperar los azulejos de la imagen y financiar su instalación en la esquina de la calle del Almirante Faustino Ruíz.
Con las restricciones de gasto, que deberían ser la norma en todas las administraciones, me sorprendió el 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, los fuertes fuegos de artificio, unos próximos y otros mas lejanos, celebrando no sé qué, quizá el “día de la mascarita”, porque la feria se había suspendido. Aquello era un despilfarro de dinero, o en términos militares: tirar con la pólvora del rey. Cui prodest? El dinero, por ejemplo, estaría mejor empleado en una restauración de urgencia de la Casa Lazaga antes de que le cayera encima a algún viandante…o al tranvía, si algún día entra en servicio.

LA CASA LAZAGA

Mientras paseaba por la calle Real, me asustaron los toques de timbre del tranvía en su recorrido, pero vi con asombro que no llevaba viajeros, y procuré enterarme de la razón. Pues bien; al parecer el tranvía estaba en la fase de “integración” y todavía no podía incorporarse a las vías de Renfe para llegar a Cádiz. Creo recordar que el proceso de obtención del tranvía Chiclana-Cádiz comenzó hace diez años. Todo un éxito.

EL TRANVÍA POR LA CALLE REAL

        Da gusto ver los espacios culturales que ofrece San Fernando, con su Museo de la Ciudad y el nuevo Museo Naval, pero uno de los principales activos de La Isla es su playa de Camposoto. Se tardó años en conseguir que el Ministerio de Defensa desviara la línea de tiro del Polígono González Hontoria para permitir su uso público. 
    Subsiste en ella el problema del aparcamiento, pués de nuevo el Ayuntamiento, “ecológico, sostenible, inclusivo, y paritario...”, prefiere la incomodidad de los usuarios a la de los escasos cangrejos que merodean por los secos esteros. Para solucionar el problema del aparcamiento, han ampliado un poco el arcén en la carretera de la playa, pero en el arcén del lado contrario han construido un bordillo para que los usuarios destrocen las puertas de sus coches o tengan una lesión lumbar al contorsionarse para salir de ellos al subirse a una acera demasiado alta. En fin: “ingeniería estérica”.
También hay que alabar la proliferación de excelentes restaurantes repartidos en los barrios, que complementan a los habituales bares de tapas, entre ellos: "Casa Naca", "La mar de fresquita", el "Bodegón Andalucía"... Disfrutamos de la magnífica cocina y servicio de “La Alhóndiga”, en el que cenamos sentados en su terraza, con el fondo rosso pompeiano de la remozada fachada trasera del Ayuntamiento.
Completamos la gastronomía con una visita a un freidor para comprar una selección de sus productos típicos: bienmesabe, chocos, huevas, chipirones… pero no pude menos que llamar la atención del encargado por el descuido con que tenían colgado una lámina del maestro “Camarón de la Isla”. Intolerable. Prometió enmendarse.
Dejando las críticas edilicias a un lado hay que alabar el sentido cívico de los isleños que obedecen la consigna del incompetente y mentiroso gobierno nacional de usar las mascaritas, incluso al pasear por la playa, haya levante, poniente, o lo que sople ese día. En la playa se pueden ver a damas y señoritas luciendo sus pechos desnudos al sol, pero con la mascarita en la cara. Produce regocijo.
En resumen: unos días excelentes gozando de la amable hospitalidad y cocina de nuestros anfitriones, que me permitieron apreciar los avances en el nivel de vida del que disfrutan sus habitantes, y recordar nuestros años en La Isla, a donde prometimos volver.

viernes, 26 de junio de 2020

UN PASEO POR EL PARQUE JUAN CARLOS I


La primaveral mañana ya anticipaba los calores estivales; el sol en el meridiano, un viento racheado que refrescaba el ambiente, y muy poca gente que turbara la paz. Tomás estaba a punto de cerrar su paseo matinal en el parque Juan Carlos I, qué con sus 160 hectáreas es el segundo más grande de Madrid, después de la Casa de Campo.
Desde 1991, en que llegó a la capital a vivir en Canillejas, a Tomás siempre le gustaron los amplios espacios del parque y su innovador diseño, así que, junto con la Quinta de Los Molinos, se convirtió en aquellos años en uno de sus lugares de recreo. Ahora, después del confinamiento, volvía allí con su mujer, añorando el tiempo en que lo hacía también con sus hijos.

UN RINCÓN DEL PARQUE
El área central del parque la ocupa el llamado Olivar de la Hinojosa, en recuerdo de su primer propietario, el antiguo Tesorero de Hacienda de Felipe V, Nicolás de Hinojosa. Sus más de 2.000 olivos cornicabra están plantados a “marco real” de 10 varas castellanas. Allí se encontró Tomás con un viejo amigo.
−¡Hombre! ¡Qué sorpresa! ¡Cuánto tiempo sin verte por aquí! ¿Dónde te has metido últimamente?
−La vida me ha tenido lejos primero y luego enclaustrado. Estaba necesitado de ver amplios espacios, y como hacía veinticinco años que no visitaba el parque, decidí venir antes de que le cambiasen el nombre.
−Pero te veo solo. ¿Y tus hijos? ¿ya no vienen contigo?
Esta pregunta sorprendió a Tomás: no entendía porque se la hacía, ¿es que no era consciente de que los niños crecían y llegaba un día que volaban solos? El sol caído en los muchos años transcurridos desde la última vez que se vieron, parecía que le hubiera hecho perder la noción del tiempo.
−Todo ha cambiado; mis hijos se han hecho mayores y han emprendido el vuelo. En cambio, a ti te encuentro igual, parece que los años pasaran en balde.
−No me digas que hoy los niños vuelan. ¿Hacia dónde? ¿No será que los padres no sois capaces de mantener unos vínculos familiares adecuados al mundo actual?− dijo socarrón. −Me parece que desde el mayo del sesenta y ocho habéis perdido la partida.
−No te creas. Son otro tipo de relaciones. Hoy en día lo saben todo en seguida, o lo creen saber, y lo que no saben lo tienen a mano en la punta de los dedos. Piensan que no nos necesitan para andar por la vida.− Añadió Tomás.
−¡Vamos hombre! Que no he nacido ayer… de eso ya me he enterado. Lo que digo es que no habéis sabido adaptar la vida familiar a las nuevas condiciones sociales.
Tomás, para evitar los reproches de su amigo, quiso cambiar el curso de la conversación y dijo:
−Te decía que te encuentro igual.
−Sí, eso parece, pero los años pasan también para mí. Es esta una mala época para ser viejo; ya no hay consideración para los que somos mayores. Últimamente he perdido muchos amigos, que antes me hacían compañía.
−En el Olivar todo parece seguir igual, en cambio el resto del parque lo encuentro muy cambiado.− Afirmó Tomás.
−No creas, solo en apariencia.
−Pues yo recuerdo que a mediados de junio el parque nos ofrecía poco cobijo ante el sol del equinoccio. Hoy se pueden dar largos paseos por caminos a la sombra de unos árboles muy crecidos. Solo tú, y tus dos mil compañeros con sus frondosas copas, seguís desde entonces ofreciendo vuestra escueta sombra, pero debo admitir que me gusta acogerme a ella. Me recuerda mis años recorriendo los campos de Andalucía, solo me falta el botijo y el gazpacho.

OLIVAR DE LA HINOJOSA

−Sí, yo también recuerdo cuando los temporeros venían con sus viáticos a recoger nuestras aceitunas, y nunca faltaba un buen botijo.
Tomás quiso alabar el estado actual del parque, que realmente le gustaba mucho, pues además le traía buenos recuerdos, y añadió:
−El Jardín de las Tres Culturas está muy bonito y cuidado. En 1992, cuando se inauguró el parque, ya habían empezado a bombardearnos con el nuevo concepto de cultura. Nos decían entonces que “todas las culturas tienen el mismo valor”, pero en el diseño del parque representaron en el jardín solo a tres, que por supuesto, no tienen el mismo valor en la historia de España. Hoy en plena apoteosis multicultural me temo que habría que hacer un nuevo jardín dedicado a las múltiples culturas “ibéricas” de nuestra “multicultural y diversa” España.

EL JARDIN DE LAS TRES CULTURAS
−Tomás. Creo recordar que así te llamabas; te veo muy irónico, pero me temo que no vas muy descaminado. Yo tampoco entiendo ese impulso político de aldea para subrayar las diferencias, todas ellas irrelevantes e ínfimas, pero qué a base de repetirlas, la gente se las acaba creyendo.
−Si, Tomás es mi nombre. Yo veo la irrupción de este nuevo concepto de cultura como un impulso de la clase política para mantener su hegemonía y su esfera de poder, dividiendo y clasificando a la gente entre los “suyos”, los de su aldea mental, y los demás. Ya Thomas Friedman en su “El Lexus y el Olivo” nos presentó esta dicotomía.
El llamado mundo de la cultura se ha convertido en un cajón de sastre, en el que todo cabe, desde las manifestaciones más sublimes hasta las más ridículas, −que suelen ser las más alabadas− para conseguir la “democratización de la cultura”. El medio es lograr que la calidad media sea lo más baja posible, así nadie se puede sentir alienado por no haber leído a Cervantes, Tolstoi, Goethe…etc., o no saber interpretar una obra del Bosco o de Kandinsky, o no saber distinguir una ópera romántica de una verista. No importa; todo se reduce a las sensaciones que te produzcan: meros psicologismos.
Acabado este discurso, nuestro amigo cornicabra pareciera haberse quedado sin palabra, y sentenció:
−No creo que sea para tanto. En mis muchos años he visto como se ha ido popularizando la cultura, y creo que es cosa buena, pues la velocidad a que se difunden noticias, imágenes, y textos, es algo nunca visto anteriormente. Por ejemplo, un grafitero pinta hoy una pared en Sídney y en unos minutos la imagen que ha dibujado puede tener un impacto mundial, aunque no lleve el “aura” de Walther Benjamin.
−Respecto a la baja calidad media, creo que el mundo actual está muy estructurado en compartimentos, y en cada uno de ellos, se procura mantenerla lo más elevada posible.
−Puede que tengas razón.
UNO DE LOS CAMINOS DEL PARQUE
Tomás dudaba si tratar el asunto de los amigos perdidos; pero se decidió y le preguntó:
−Pero ¿cómo es que has perdido tantos amigos?
−En mis más de doscientos años de vida he visto muchas tragedias como la que nos asola últimamente, pero nunca había visto la desconsideración que se ha tenido con las personas mayores, que se supone son las más vulnerables.
−Esta pandemia ha afectado a muchas familias y la mía no ha sido una excepción... −Tomás quiso continuar, pero fue interrumpido.
−Déjame que te explique.
−Está bien, dime.

−Recuerdo alguna de las epidemias de cólera del siglo XIX, creo que en las cuatro que nos asolaron en ese siglo, fallecieron en España unas 800.000 personas.
−Es cierto; pero las medidas de prevención no estaban aún muy extendidas −añadió Tomás.
−En el pasado siglo XX, también viví la temida gripe americana, mal llamada gripe española, pues no se originó aquí, pero nos dejó 200.000 muertos.
−¡Qué barbaridad! −añadió Tomás, −y ahora nos quejamos. He leído algunas cosas sobre las epidemias del siglo pasado, y sobre el cambio en las costumbres funerarias que llevaron al traslado de los cementerios a las afueras de las ciudades.
−Tienes razón, pero antes, casi siempre todos eran iguales para recibir asistencia y tratamiento contra la enfermedad, cuando lo hubo disponible. Ahora, no es así. Con mucha más información y posibilidades que antes, habéis tenido a las personas mayores encerradas, lejos de las vistas de la gente, y con dificultades para acceder a la imprescindible atención médica. Eso no tiene perdón posible, y vuestros gobernantes deberían responder por ello.
Tomás no sabía si seguir por esa senda que solo le producía tristeza y desprecio hacia la sociedad que lo había permitido, pero a la vez se preguntaba si él mismo habría hecho todo lo posible para impedirlo o denunciarlo.[i]
Ya se hacía tarde y la hora del almuerzo llegaba, por lo que decidió continuar otro día la conversación con su amigo “Cornicabra”, poniendo por obra lo de “cada mochuelo a su olivo”.




[i] El autor, el 31 de marzo de este año procuró hacer su parte, denunciando la situación. Al día de hoy, desgraciadamente, el Gobierno se niega, o es incapaz de darnos la cifra oficial de fallecidos.

viernes, 5 de junio de 2020

UN RECONOCIMIENTO MUY ESPECIAL. POR TIERRA Y POR MAR XIX


Renombrados tratadistas militares reconocen, y la historia verifica, que las operaciones anfibias son las de mayor complejidad que puede emprender una fuerza militar. Son muchas las razones que lo justifican, no siendo la menos importante que en ellas participan fuerzas marítimas, terrestres y aéreas. Otra dificultad que plantean es que quien las va a emprender, normalmente no está en contacto con el enemigo, lo que le obliga a un gran esfuerzo de adquisición de información, que incluye el conocimiento detallado de las condiciones oceanográficas, hidrográficas, y meteorológicas de la zona de desembarco. 
Las técnicas, tácticas y procedimientos de obtención de información para producir “inteligencia” se han ido depurando con el tiempo, en particular, desde la Segunda Guerra Mundial. Una de las operaciones que permiten completar ese necesario conocimiento son los “reconocimientos anfibios”; por ello, las naciones con fuerzas anfibias mantienen organizadas unidades especializadas, como España, que dispone en la Armada de la Fuerza de Guerra Naval Especial. 
Nuestra nación tiene una considerable experiencia en operaciones anfibias, y en la actualidad cuenta con una moderna capacidad anfibia significativa, para cuya obtención ha tenido que recorrer un largo camino, no exento de obstáculos[1], y que necesita nuevas inversiones. 
Las maniobras de la Escuadra del año 1929[2] tuvieron una gran importancia, confirmado por sus ecos en la prensa, incluyendo una visita del rey Alfonso XIII. 
ALFONSO XIII VISITA EL CAMPAMENTO DEL 1º BATALLÓN
Su ambientación, importancia, ejercicios realizados, y fuerzas participantes, están muy bien explicados en al artículo de la Revista General de Marina citado a pie de página. En aquellas maniobras, la fuerza de desembarco, compuesta por el 1º Batallón (reforzado) del 2º Regimiento de Infantería de Marina jugó un papel relevante. 
EL 1º BATALLÓN FORMADO EN FERROL EL DÍA DE SU EMBARQUE
En esta entrada se ve la importancia de los reconocimientos anfibios, cuyas tácticas y técnicas estaban en la infancia en el año 1929, aunque también confirma que en la Armada se era consciente de su necesidad.  
La crónica periodística que sigue relata un intento de lo que hoy llamaríamos un “reconocimiento hidrográfico encubierto” o algo parecido... En ella se evidencia el compromiso y firmeza del Teniente de Navío Carranza (un auténtico "boina verde") que le llevan a superar las vicisitudes que se le presentaron en el cumplimiento de su misión.
EL 1º BATALLÓN RINDE HONERES AL REY EN BARCELONA


LAS MANIOBRAS NAVALES EN EL MEDITERRÁNEO

Detalles del desembarco. Codolá (Ibiza) 2 octubre. (A bordo del “Infanta Cristina”. De nuestro redactor)

La mañana es espléndida, con cielo completamente limpio y mar tranquila. En el momento en que ya distinguimos los remolcadores, al “España” y las barcazas, surgen los aviones que estaban amarrados en Ibiza.  Van derechos hacia el convoy cuando esté cruza frente a Punta Llentisca, y al poco rato vuelven a pasar por encima de los montes con dirección a su base, por haber sido destruidos por los cañones antiaéreos de los acorazados.

Cuando está cerca de Codolá el convoy embarcamos en los botes del “Cristina” para ir a la playa. Los acorazados “Jaime” y “Alfonso XIII” han fondeado y pasamos frente a ellos en el momento que unos hidros les arrojan saquitos de arena, que no caen en cubierta.

El “España”, que ha fondeado a corta distancia de la playa, se prepara para trasladar a las barcazas “K” el Batallón de Infantería de Marina.

A los pocos instantes llega la motora del almirante Morales. Se muestra satisfecho de las maniobras que ha efectuado para burlar la vigilancia de los blancos y meter el convoy.

En el “Jaime” solo ha caído un saquito lanzado por la Aviación, con lo cual han conseguido únicamente disminuir en 3 millas su marcha.

Ante el grupo se presenta un paisano, que es reconocido por el Almirante. Es el teniente de navío don Ramón Carranza[3], marqués de Sotohermoso, segundo comandante del “Bonifaz”. Está empapado en sudor; lleva americana clara, pantalón azul manchadísimo de barro, calza un zapato blanco en chancla en el pie izquierdo por tener herido el talón, y en el derecho zapato negro, ambos llenos de barro. Debajo del brazo lleva un lío, el uniforme y unos zapatos…

- Mi general – dice-, vengo a pie desde Ibiza, de donde salí a las 5 de la mañana, andando los diez kilómetros hasta llegar aquí. He sido perseguido, detenido y tratado como un espía por el alcalde y el pueblo, habiendo pasado ratos muy amargos.

Este oficial y otro teniente de navío del bando negro embarcaron a bordo de un pailebote con cinco marineros y atracaron en el espigón de Ibiza a las seis de la mañana para desempeñar el primero la misión de efectuar sondeos en la playa de Codolá, donde había de desembarcar la Infantería de Marina, y el otro inutilizar los depósitos de esencia de la Aviación del bando blanco.

Al efectuar los sondeos en Codolá fueron descubiertos por un oficial y seis marineros del bando blanco, que los hicieron prisioneros a las once; pero el señor Carranza logro escaparse en otro bote, llegando a Ibiza, dónde fue detenido por el alcalde, quedando en la fonda, de donde logró escaparse esta mañana, a las cinco, para llegar a Codolá en el momento en que atracaba la primera lancha con las fuerzas de desembarco.

El Almirante y todos los presentes le felicitaron por lo bien que había cumplido su misión. Inmediatamente se lanzó al agua para indicar el sitio en que debían atracar las barcazas.

A las 8 desembarcaban de la “K-13” la primera y cuarta compañías en orden de descubierta; haciéndolo poco después la “K-25”, la segunda y tercera compañías con todo el material, armamento y tiendas de campaña, y luego de haber rectificado el sitio de atraque, lo efectuaron de la “K-23”, la sección de ametralladoras, las acémilas e impedimentas quedando instalado el campamento a las nueve y cuarto.
CROQUIS DE LA ZONA DE DESEMBARCO EFECCTUADO POR EL 1º BATALLÓN



Para cerrar, subrayar la importancia crucial de los reconocimientos anfibios. Hoy en día, además de otros medios, equipos de unidades especiales insertadas por mar o aire se encargarían, antes del día “D”, del cumplimiento de esta misión. La recepción de sus informes en la Fuerza Anfibia es vital, entre otras cosas, para la confirmación del día y hora de desembarco. Confiemos que la Armada tenga hoy perfectamente equipadas y adiestradas a nuestras fuerzas especiales.







[1]https://reymeric.blogspot.com/2014/07/por-tierra-y-por-mar-v-los-inicios-de.html
[2] SOLÁ BARTINA, L; FERRO SANCHEZ, P. Maniobras Navales de 1929. Revista General de Marina. Octubre 2019.
[3] Ramón de Carranza Gómez-Pablos. Promoción de 1913 de la Escuela Naval.

jueves, 21 de mayo de 2020

INFANTERÍA DE MARINA. LA CRISIS DE 1931-1934. POR TIERRA Y POR MAR XVIII


INTRODUCCIÓN.

Subyace en los universos mentales de los infantes de marina un comprensible y permanente "estado de alerta" ante acciones que pudieran poner en peligro la existencia digna del Cuerpo en el que sirven. Un somero análisis a la historia de larga duración de la Iª de Mª, de casi cinco siglos de existencia, demuestra que esos peligros se repiten cada vez que ha habido que afrontar una nueva coyuntura o un acontecimiento inesperado, como cuando algún alto cargo del ministerio o de la Armada cree que tiene una receta mágica para mejorar la organización, o decide hacer economías con su presupuesto.
Esta entrada es un ejemplo de la razón de este permanente estado de "alerta". En ella se presenta un asunto que tiene escasa presencia en la "historia oficial" de la Armada y de la Infantería de Marina. Relata los problemas a los que se enfrentó el personal del Cuerpo, derivados del Decreto de "exterminio" del año 1931, pues solo así se puede calificar, aunque en las normas de la época se hablaba de "extinguir" o "disolución".
El desarrollo se hará en tres partes. En la primera, por medio de una síntesis de las disposiciones ministeriales relativas al personal que afectaron al Cuerpo en ese año crítico. En la segunda, se expone las inquietudes que se manifestaron en el personal. Y en la tercera, se presenta un apunte de una propuesta parlamentaria para restablecer la Infantería de Marina.
Para el análisis se usa como fuentes primarias los documentos y correspondencia particular del archivo del coronel de Iª de Mª don Cándido Díaz (del Río) Montero, además de los Boletines Oficiales de Marina y el Boletín Oficial de las Cortes, que aportan suficiente material de investigación para elaborar un apunte histórico que, en definitiva, es la esencia de esta entrada de Blog
FERROL. OFICIALES DEL 2º REGIMIENTO

 LAS DISPOSICIONES REFERENTES AL PERSONAL DURANTE LA REPÚBLICA.

La última reforma de la Infantería de Marina, antes de la República, fue la del ministro don Salvador Carvia y Caravaca,  quien por real Decreto-Ley de 11 de julio de 1930 dispuso que la Infantería de Marina sufriera una transformación. Para ello el Cuerpo quedaba constituido por tres Regimientos y una Compañía de Ordenanzas en el Ministerio. La organización incluía también la Sección del Cuerpo en el Ministerio y una Escuela.
Ésta será la organización que se encontró, en abril de 1931, Santiago Casares Quiroga nuevo Ministro de Marina del Gobierno Provisional de la II República Española, quien pretendía iniciar un programa reformador, en línea con el establecido por Manuel Azaña en el Ministerio de la Guerra, en especial con la reducción de efectivos, Cuerpos, Escalas, Unidades y Centros.
Al contrario que en el Ejército que contaba con numeroso personal innecesario en los empleos de Generales y Oficiales, el caso de la Armada era diferente. Es cierto que era necesario hacer reformas orgánicas para mejorar la eficacia de la institución, pero el ministro Casares empezó intentando hacer economías con el recurso de personal, llevándolas hasta la extinción de Cuerpos, cosa que Manuel Azaña, su inspirador, no hizo en el Ejército.
SAN FERNANDO. 1931. ENTREGA DE BANDERAS REPUBLICANAS

        El 2 de junio de ese mismo año el nuevo ministro ordenó la constitución de  comisiones en los diferentes Cuerpos, incluyendo al de Infantería de Marina, para que estudiaran la reorganización de sus Servicios y expusieran con toda amplitud las reformas que estimaran oportuno introducir. Para la Iª de Mª la orden suponía un nuevo estudio de reorganización, cuando no había transcurrido todavía ni un año desde su última reforma.  También se ordenó formar una Junta compuesta de una representación de cada una de las comisiones para unificar sus informes. El informe final de esta Junta incluía algunas reformas, pero sin suprimir ni uno solo de los Cuerpos que integraban la Armada. 
      En el informe titulado "Reformas en la Marina" (del archivo familiar), el Coronel Díaz Montero cita la constitución de estas comisiones, y añade que posteriormente, el Estado Mayor de la Armada emitió su informe sobre la organización de la Armada, en el que en relación con el Cuerpo de Iª de Mª no solo consideraba necesaria su existencia, sino que ampliaba sus cometidos, que recoge en el Artículo 12 del informe:
  
ARTÍCULO 12
La Sección de Infantería de Marina tendrá a su cargo todo lo referente al material y personal de este Cuerpo, cuya misión será desempeñar el servicio militar en las Bases Navales, Arsenales, y demás establecimientos de la Armada que se juzgue oportuno, así como la cooperación a los desembarcos, cuando se crea conveniente. Podrá así mismo encomendársele misiones de servicios a bordo de los buques, la constitución de columnas volantes de comunicaciones que puedan ser necesarias sobre la costa y demás cometidos apropiados a la misión de este Cuerpo a cuyo cargo quedarán los campos de tiro de armas portátiles. Un reglamento orgánico detallará las disposiciones necesarias para la formación y reclutamiento  de esta sección; la cual como servicio tendrá la mayor autonomía, dependiendo del Estado Mayor de la Armada para todo lo referente a la utilización militar.


Las fuentes bibliográficas recogen escuetamente estos hechos. La obra de referencia de José Enrique Rivas Fabal, "Historia de la Iª de Mª Española", ni siquiera los cita, aunque luego se extiende en la relación de normas de personal y plantillas, confirmando su carácter de "pañol de referencias históricas". Solo dos obras le dedican una  mínima atención. 
La primera, de Ricardo Cerezo Martínez: "Armada Española Siglo XX", en la que se apunta que se constituyó una comisión para "dar pronto término a la redacción de un proyecto de organización de la Armada", pero no cita que también se habían constituido comisiones de cada uno de los demás Cuerpos, y que la que el autor cita, la del Cuerpo General, tenía la responsabilidad de coordinar todas las propuestas particulares. Esta obra induce a una interpretación errónea cuando afirma que: "La información recopilada en este metódico estudio será la esencia (y el detalle, en gran parte) de la reorganización del decreto de 10 de julio de 1931", pues ya sabemos que la propuesta de extinción del Cuerpo de Iª de Mª no salió de esta comisión. 
 La segunda, de Fernando Bordejé y Morencós: "Vicisitudes de una Política Naval",  tampoco es fiel a lo sucedido cuando afirma: "Con el fin de salvar lo inevitable, el 22 de junio de 1931, una ponencia de dicho Cuerpo [Iº de Mª] elevó al ministro un Proyecto de Reorganización de la Iª de Mª... ". El autor se olvida de incluir el dictamen del propio Estado Mayor de la Armada, que como sabemos era contrario a lo determinado en el decreto de extinción. Tampoco es fiel a los acontecimientos el presentar la propuesta de la Iª de Mª como una medida desesperada y aislada. 
La tercera es la obra de Pascual Díez de Rivera y Casares: "Historia de la Organizaciones Navales de España y Francia (Orgánica Naval)", que solo trascribe el Artículo 51, pero no trata la supresión de la Iª de Mª, a pesar de citar los esfuerzos de la Escuela de Guerra Naval para mantener los principios de la organización naval, concentrádose solo en las funciones de la Subsecretaría. Al parecer tanto a Cerezo como  a Bordejé, o a Díez de Rivera no les parece importante la extinción de un Cuerpo de la Armada.

         Después de elevarse los informes de las comisiones y una vez consultadas todas las juntas y organismos técnicos oficiales de la Armada, hay  unanimidad en reconocer la necesidad de la existencia del Cuerpo, pero estos informes no disuaden al ministro de su idea. Las razones que le llevaron a esta determinación en tan corto espacio de tiempo, a pesar de todos los informes en contra, parecen más fruto de un "frenesí reformador" y de una "pulsión dictatorial" que de una razonada reflexión y análisis. En consecuencia, el Artículo 51 del  decreto de 10 de julio de 1931 del Presidente del Gobierno provisional de la República, Niceto Alcalá-Zamora, establece la extinción del Cuerpo, todo él: Oficiales, Suboficiales y Tropa.

DECRETO DE 10 DE JULI0 DE 1931
Artículo 51. E1 Cuerpo de Infantería de Marina se declara a extinguir con la plantilla que se fije. Los servicios actualmente encomendados a este Cuerpo se cubrirán con marinería seleccionada a su ingreso en el servicio, al mando de Oficiales del Cuerpo General, que tendrán en estos destinos la mayor estabilidad posible. Estos servicios continuarán en su forma actual en tanto no se proceda a la sustitución, cuyos detalles orgánicos se prevendrán mediante la reglamentación oportuna.

Para la aplicación práctica de la extinción, se usó el Decreto de 23 de junio de 1931, que concedía el pase a la situación de retirado, con el mismo sueldo que estaban disfrutando en su empleo, a todos los Jefes, Oficiales y asimilados de todos los Cuerpos de la Armada que lo solicitaran, siempre que contaran veinte años de servicios efectivos. Para rematar la extinción, el 24 de julio de 1931 otro decreto estableció una reducidísima plantilla inicial para la Infantería de Marina (cuadro 1). Esto suponía, en la práctica, la supresión de todo el personal excedente; lo dicho: el exterminio del Cuerpo.  
Parece como si el Gobierno se hubiera dado cuenta que había obrado con excesiva precipitación, ya que los servicios que cubría la Iª de Mª tendrían que seguirse dando, y las economías no serían tantas, al tener que cargar en el presupuesto con, al menos 184 oficiales excedentes. 
Esta situación la pone de manifiesto la exposición de motivos del  Decreto de 22 de agosto de 1931,  en el que se lee que "suprimido el Cuerpo... y declarado a extinguir su personal", estima que: "exigencias de justicia obligan a dictar normas que armonicen la consecución de esta finalidad con el respeto debido a derechos adquiridos legítimamente..."   y  "pretende evitar la paralización de las escalas de los diversos empleos y asegurar a sus titulares el percibo de las pensiones que les correspondería de no tener que permanecer una gran parte en situación de disponibilidad por la desproporción entre el personal que existe en activo y el número de destinos que deben desempeñar".
Para arreglar esta situación el decreto  fija las denominadas "plantillas de extinción". En consecuencia, para la extinción del personal del Cuerpo se fijó una nueva plantilla (cuadro 1), añadiendo que: El personal que no desempeñe destino quedará en la situación de disponible forzoso y percibirá el 80% del sueldo asignado a su empleo.


PLANTILLA INICIAL
PLANTILLA EXTINCIÓN
PLANTILLA
REDUCIDA
PLANTILLA

ESC.ACTIVA
24-7-1931
22-8-1931
24-11-1931
JUL 1936
GRAL Bg

1
1
1
COR

4
1
4
TCOL
1
10
4
10
CTE
3
22
8
22
CAP
5
30
17
30
TTE
9
22
22
34
ALF

Indeterminado
Indeterminado
Indeterminado
CUADRO Nº 1.
EVOLUCIÓN DE LAS PLANTILLAS DE 1931 A 1936

A pesar de estas rectificaciones el ministro sigue insistiendo en que se organizarán fuerzas de marinería para prestar el servicio Militar de las Bases Navales, pero hasta que esto no se lleve a cabo, el 7 de septiembre de 1931, establece una organización transitoria para lo que queda del Cuerpo, distribuyendo las fuerzas como se expresa en el cuadro nº 2 siguiente:


B.N. CADIZ
B.N. FERROL
B.N. CARTAGENA
TCOL



CTE
1
1
1
CAP
4
2
2
TTE
8
6
6
ALF
8
4
4
AUX MAY 1º
1
1
1
AUX 1ª
6
4
4
AUX 2ª
12
8
8
CABOS
66
25
25
BANDA
7
7
7
SOLDADOS
450
250
250
M. ARMERO
1
1
1
CUADRO Nº 2.
ORGANIZACIÓN TRANSITORIA DE SEPTIEMBRE DE 1931

El frenesís reorganizador fue remitiendo y la realidad se impuso, por lo que no durará mucho esta organización. Tres meses después, por Orden Comunicada de 20 de noviembre de 1931, el nuevo Ministro, Giral Pereira, estableció otra "Organización de las Fuerzas y Servicios del Cuerpo", en la que se aumentó ligeramente el número de oficiales y tropa en Ferrol y Cartagena. El incremento más sustancial fue en las Músicas de cada unidad, que en la anterior organización habían desaparecido y ahora se autorizaban unas razonables Unidades de Música. En la Base Naval Principal de Cádiz, se estableció un Batallón de cuatro Compañías, y en las Bases Navales Principales de Ferrol y Cartagena, sendos Grupos de tres Compañías. A estas fuerzas hay que añadir un Sección de Ordenanzas en el Ministerio y la Sección del Cuerpo en el Ministerio, todo según la distribución del cuadro nº 3 siguiente:


B.N. CADIZ
B.N. FERROL
B.N. CARTAG.
SECCION ORDENANZAS
SECCIÓN
MINISTERIO
GRAL BRIG.




1
COL




1
TCOL
1
1
1

1
CTE
2
2
2

2
CAP
6
5
5
1

TTE
8
6
6
2

ALF
8
4
4
1

AUX MAY 1º
1
1
1
1

AUX PRIMERO 1ª
2
2
2
3
1
AUX PRIMERO
6
5
5


AUX 2ª
16
12
12
6
4
CABOS
66
36
36
12

BANDA
7
7
7
1

SOLDADOS
450
300
300
60

M. ARMERO
1
1
1
1

MÚSICOS
31
26
26


CUADRO Nº 3.
DISTRIBUCIÓN DE FUERZAS. 20 NOVIEMBRE DE 1931

Durante los meses de agosto a noviembre se produjo un intenso pase a la situación de retirado, que afectó a un total de 165 oficiales de la Escala Activa y de la ERAR (Escala de Reserva Retribuida), además de 146 Auxiliares de todos los empleos. En consecuencia, ante la disminución de efectivos, la ley de 24 de noviembre de 1931 volvía a modificar la plantilla, y reducía el número de oficiales, quedando como muestra el Cuadro nº 1.
CARTAGENA. COMPAÑÍA DEL 3º REGIMIENTO

 EL "CONVENIO PARTICULAR".

Para iniciar la segunda parte de esta entrada, hay que volver un poco atrás en el tiempo, pues se produjo un hecho que trastornó el marco normativo en el que se estaba desarrollando la extinción del Cuerpo, pues el 10 de septiembre de 1931 el Presidente del Gobierno autorizó al Ministro de Marina a que presentara a las Cortes un proyecto de ley. La iniciativa suponía que todos los generales, jefes y oficiales de Iª de Mª, pasarían a la situación de retirados desde el momento en que se promulgara esta nueva ley, aunque les concedía los anteriores beneficios de los decretos de petición de pase a la situación de retirado.
La propuesta de presentar este proyecto de ley produjo alarma e inquietud, y supuso un duro golpe a las expectativas de encontrar una solución transitoria que permitiera la extinción  paulatina del Cuerpo, y a la vez respetara los derechos adquiridos.
La reacción a este anuncio de proyecto de ley fue la unión de todo el personal para tratar de salvar todo lo que se pudiera del desastre que se avecinaba y atenuar, en lo posible, los perjuicios. Se buscaron apoyos parlamentarios,  se efectuaron estudios y reuniones de trabajo, y se aportó dinero. Finalmente se consiguió alejar el espectro del retiro forzoso, obteniéndose algunas ventajas que permitirían retirarse en mejores condiciones que las que iba a ofrecer el proyecto de ley.
La lectura y análisis de los documentos no oficiales utilizados, relacionados con esta propuesta, pone de manifiesto las mentalidades que imperaron en aquella difícil coyuntura. Como en todas las épocas de crisis, se dividen en dos: las de los que agotados sus ánimos manifiestan "el dolorido sentir", y las de los que creen en la justicia de su causa y están dispuestos a pelear por ella.
Las reacción ante el proyecto de ley y la unión que se había logrado se fragmentaron, cuando un grupo de oficiales pretendió mejorar aun mas las condiciones de retiro por medio de una mayor movilidad en el escalafón. Estos oficiales prepararon, para estudio y aprobación,  un proyecto que permitiera que alguno más de los previsibles pudiera alcanzar los empleos altos del escalafón, fundamentalmente, General de Brigada. La  justificación que aducían era una mezcla de comprensible amargura y desánimo, con la intención de ofrecer un futuro mejor a los más jóvenes, y a la vez intentar mejorar en lo posible las pensiones. Los oficiales que promovían la propuesta eran: el Teniente Coronel don Andrés Sánchez-Ocaña y Rowley, y los Comandantes don Jaime Togores Balzola y don Enrique Ardois Caraballo.
La propuesta era sencilla, aunque aparentemente fraudulenta. Creían los promotores que al no ser el movimiento del escalafón lo suficientemente rápido no podría causar extrañeza y, en esencia, suponía que después de servir seis meses en el empleo de General de Brigada, el titular pidiera el retiro para permitir el ascenso de otro Coronel. Por este procedimiento entre 1933 y 1941 servirían en este empleo catorce generales, en vez de los tres que hubiera permitido el movimiento natural del escalafón.
A este plan le llamaban los promotores "abrir el escalafón por arriba", y a la propuesta la calificaban de "convenio particular", pero sin renunciar  a "una reorganización que satisfaga el ideal de todos los componentes de la corporación y que permita una vida digna y útil a este desgraciado Cuerpo." La propuesta se extiende con unas consideraciones sobre dejar el camino libre a los más jóvenes, a la vez que obtener de beneficio mejores pensiones para todos los que ascendieran cuando comenzaran  los retiros voluntarios, pues habría un efecto cascada en los asensos. También creían los promotores que vivían "en una época que es propicia, no a los idealismos, sino en la que triunfa un total espíritu utilitario."
EL TCOL DÍAZ MONTERO CON OFICIALES DEL 1º BATALLÓN DEL 3º REGIMIENTO

El 1 de marzo de 1933 el Comandante Enrique Ardois, remitió la propuesta, a la que han denominado "Proyecto de Circular", al Coronel Díaz Montero, como se había hecho a todos los jefes. El coronel se encontraba entonces en situación de disponible forzoso, después de entregar en Cartagena el mando del 3º Regimiento, del que ya había anteriormente mandado su 1º y 2º Batallón.
En su contestación al Comandante Ardois, el Coronel expone su postura ante el "despiadado proyecto de Ley del Ministro Casares conducente a la extinción absoluta, completa y fulminante del Cuerpo". Mantiene que las ventajas obtenidas para el retiro se deben solo al Sr. Pérez Madrigal (Diputado por Ciudad Real) y al Comandante Togores. Cree que el inesperado movimiento del escalafón, motivado por el elevado número de los que se acogieron a la ley general de retiros, ha "abierto exagerados apetitos, no por legítimos y humanos, menos infundados y desproporcionados". No cree que para beneficio de unos, que nunca hubieran alcanzado los empleos superiores, deban otros renunciar voluntariamente y en perjuicio propio, a lo adquirido por su esfuerzo o su suerte. Tampoco está de acuerdo con que el movimiento del escalafón pueda pasar desapercibido, pues se llevaría a cabo sin tener en cuenta los intereses del Estado y sin acuerdo con él.
El Coronel muestra su escepticismo con la propuesta y encuentra incongruente el deseo de lograr la reorganización y resurgir de "este desdichado Cuerpo" y a la vez desear una prematura salida de él. Manifiesta que él es una persona alejada del "materialismo utilitarista", que ha tenido bien poca influencia en sus determinaciones sobre su carrera, en la que buscó los destinos más activos... "seguramente contraria a otros cuya ausencia de ideal no es cosa nueva, ya que es bien notorio, por propia confesión no recatada, que tal actitud la vienen arrastrando desde su ingreso en el Cuerpo". Finalmente añade que tiene confianza en que los jóvenes de la institución seguirán con brillantez y entusiasmo la gloriosa tradición del Cuerpo y no cree llegada la hora de prescindir, por propia decisión, de colaborar en esa obra. Manifiesta fe en una probable y próxima reorganización, añadiendo que "con el proyecto por Vd. elaborado, se niega toda esperanza, sepultándola bajo la losa del mas negro pesimismo". 
Finalmente, el 11 de mayo de ese año, en contra de la opinión expresada en la carta citada, aceptó firmar el compromiso del ahora llamado "convenio particular". En el documento de aceptación de la propuesta manifiesta "que los sacrificios morales que mi renuncia representa, los hago gustoso, única y exclusivamente en beneficio de mis compañeros y del Cuerpo al que pertenezco". Hay que tener en cuenta que el propio Coronel era un obstáculo serio para los que habían concebido el "convenio", ya que previsiblemente, por su edad, podría servir siete años en el empleo de General.
Añade "que si al terminar el plazo de mi estancia en activo, con arreglo a este compromiso, se hubiese aprobado o presentado en las Cortes algún proyecto de reorganización del Cuerpo que lleve consigo su resurgimiento para llevar una vida digna de su historia y un aumento en las plantillas que se traduzca en mayores beneficios para el personal que los que estos retiros voluntarios proporcionan, mi obligación de pedir el pase a la reserva se demorará hasta que el proyecto fracase o sea aprobado". "Como garantía del compromiso que contraigo entrego una instancia sin fecha, para que a su debido tiempo sea cursada". El documento está firmado, en nombre de la corporación, por los tres promotores ya citados.

El 13 de mayo de 1933 el General de Brigada don Luis Cañizares Moyano, acogiéndose a los beneficios que ofrece la ley, abandonó el barco, y pasó voluntariamente y anticipadamente a la situación de reserva. Su relevo en la Jefatura de la Sección del Cuerpo en el Ministerio será el Coronel don Rafael Moratinos del Río, que ascendió a general el 1 de julio.

   

PLIEGO DE FIRMAS DE OFICIALES DE SAN FERNANDO Y CARTAGENA

El 1 de junio de 1933, el Coronel Diaz Montero pasó destinado de Jefe  del 1º Negociado (Personal) de la Sección del Cuerpo en el Ministerio. Ya habían pasado dos años desde la promulgación del decreto de extinción, y en ese tiempo se habían hecho pequeños progresos para ir avanzando en la búsqueda de una solución orgánica digna para el Cuerpo, incluyendo los contactos parlamentarios.
En este destino debió de verificar las dificultades de aplicación del "convenio", pero sobre todo, percibió que el sentir mayoritario no era favorable a esta propuesta, como lo ponen de manifiesto algunas documentos y cartas que recibía que se han conservado en el archivo familiar, entre ellos uno de San Fernando y otro de Cartagena, que firmaban en octubre de ese año un total de 25 Comandantes, Capitanes y Tenientes en activo, lo que constituía un número significativo, teniendo en cuenta la exigua plantilla en vigor.
En el encabezamiento de las páginas de firmas se puede leer: "Con el fin de que el Coronel D. Cándido Díaz Montero pueda hacer constar en su día que no es general la conformidad del personal de Jefes y Oficiales del Cuerpo en cuanto a retiros voluntarios se refiere..."

Juan Conforto Thomas.(4) (6)
Antonio Martín Giorla.(6)
Pedro Curiel Palazuelo (6)
Juan León Gutiérrez. (6)
Esteban Dodero Pérez. (1)
Gerardo Fraile Massa. (1)
Ramón Dorda Morgado. (1)
Carlos de Miguel Roncero. (1)
Fernando Ruíz de Valdivia Díaz.(1)
Vicente Vidal. (1)
Basilio Fuentes Serna. (5)
Juan Luque Canis.(5)
Luis Calleja Gonzalez.(5)
Pedro Curiel Palazuelo.(6)
Ginés Sánchez Balibrea. (5)
Marciano Gutiérrez Gutiérrez. (5)(4)
Vicente Alonso Fernández. (5)
Enrique Paz Pinacho. (5)(2)
Angel Inglada y García Serrano. (2)
Manuel Martínez Pellicer. (6)
Manuel Torralbo Marin. (6)(1)
Carlos García
Miguel López Vera. (6)
Emilio Escuain Sanchez. (6)
Francisco Mas Zandalinas. (6)
Carmelo Coello Hernandez.(6)
Fernando de la Cruz Lacaci.(6)
Vicente de Juan Gómez. (6)

(1) Asesinado en el España nº3,  Arsenal de Cartagena o Paracuellos-
(2) Fusilado por los nacionales
(3) Fusilado por los republicanos
(4) Muerto en combate
(5) Bando Republicano
(6) Bando Nacional

CUADRO Nº4.
RELACIÓN DE OFICIALES OPUESTOS AL "CONVENIO" Y SU SITUACIÓN EN 1936

Las opiniones de esta correspondencia muestran que la mayor parte de los jóvenes oficiales no deseaban la temprana marcha a la situación de reserva del Coronel Díaz Montero, pues lo consideraban muy apto para liderar el Cuerpo debido a su prestigio y su potencial futuro, y le transmitían el apoyo de otros Oficiales y Auxiliares. Las cartas dan una idea de la calidad moral y espíritu militar que les animaba, como las del Comandante Esteban Dodero, el Capitán de Miguel Roncero, y el Teniente Alonso Fernandez, en las que declaraban no querer renunciar a seguir trabajando con ilusión por el futuro del Cuerpo, y relataban las presiones que recibían para firmar el convenio, que ellos rechazaban.
Estos datos permitirán afirmar al Coronel Díaz Montero, en una  carta al General Moratinos, que no existía una opinión mayoritaria en el Cuerpo para aceptar el "convenio" y que la propuesta no reflejaba el sentir de la Corporación. La razón de la carta es doble; la primera para informarle que ha recibido de forma más o menos directa la sugestión de que no se retirara, y haber sido informado por los remitentes que no iban a firmar ningún acuerdo de retiros; y segundo, que a falta de multitud de compromisos firmados que aceptaran el convenio, y al no existir unanimidad en los deseos de la Corporación, consideraba anulada y sin valor alguno el compromiso que había firmado para su pase a la reserva. Tres años después, el 22 de agosto de 1937, el General Moratinos pasó a la reserva  al cumplir la edad reglamentaria.


LA INICIATIVA DEL DIPUTADO JOAQUIN PÉREZ MADRIGAL

En el ámbito de los apoyos para garantizar un futuro al Cuerpo, hay que citar que el 15 de junio de 1934, quince diputados presentaron a las Cortes un "Proyecto de Ley de Restablecimiento del Cuerpo de Infantería de Marina", como recoge de forma muy escueta Rival Fabal en su obra "Historia de la Infantería de Marina Española. El proyecto incluía de manera muy pormenorizada la relación de sus cometidos y su detallada organización.

EXTRACTO DE LA EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL PROYECTO
"A las Cortes. En el art. 51 de la ley constitutiva de la Armada se dispone la extinción del Cuerpo de Infantería de Marina, determinando las normas generales para sustituirlo en los cometidos que le están encomendados. Esta sustitución. que hasta ahora solo ha tenido realidad muy limitada, se viene llevando a cabo en forma fragmentaria, sin responder a un plan de conjunto armónico con las exigencias de los intereses de la Armada y que, sin procurar economía apreciable al Tesoro, repercute en forma bien sensible en la eficacia de los organismos y eficacia de los servicios que desempeñan.
La necesidad de unas tropas de Marina, cualquiera que sea el nombre con que se les designe, es evidente, como impuesta por la realidad; y se halla, además, avalada por las enseñanzas de la historia y lo que se practica en las principales Marinas que pueden tomarse como modelo
.......

El ponente, don Joaquín Pérez Madrigal expuso en su intervención, que previamente había tratado el asunto con el Ministro de Marina Rocha García, presente en la sesión, y con el Subsecretario. Se acuerda tomar en consideración la propuesta y trasladarla a la Comisión de Marina para su dictamen.
El 30 de diciembre de 1934 el Sr Pérez Madrigal escribió una carta al Coronel Díaz Montero, que evidenciaba que la propuesta de ley se había trabajado con su estrecha colaboración, y se congratulaba de que... "lo interesante de nuestra conquista por ahora es el reconocimiento de la existencia, sin trabas y sin sombras, del Cuerpo de Infantería de Marina, por lo que en los primeros días de 1935 será una realidad".
             
           


El ponente presentó el proyecto en la Comisión de Marina el 29 de enero de 1935, ahora desvestido de todo detalle sobre las misiones y organización, que debería ser objeto de desarrollo por el Ministro de Marina. Ese día el proyecto encontró el obstáculo del representante de la Comisión de Presupuestos, que lamentaba no poder informar favorablemente, por suponer un aumento en los créditos presupuestarios, incompatibles con las medidas adoptadas para introducir economías; en consecuencia se pospuso el asunto para un nuevo dictamen. El análisis y resultado final de esta propuesta de ley no es objeto de esta entrada, pero viene a evidenciar lo importante que es poder contar con apoyos parlamentarios, y el que los infantes de marina no estuvieron solos en su lucha.

FINAL

El 11 de abril de 1935, una septicemia ahorró al Coronel Díaz Montero el ver el Cuerpo, al que tantos desvelos había dedicado en vida, dividido en dos bandos combatientes en la Guerra Civil (ver cuadro nº 4). También le ahorró el saber que el Coronel Sánchez-Ocaña, uno de los ponentes del "convenio particular" y compañero de promoción, había sido asesinado, junto con otros oficiales con quienes había servido recientemente en el 3º Regimiento.
El tesón y confianza en el futuro del Cuerpo demostrado por un numeroso grupo de infantes de marina, luchando por un objetivo común, ayudaron en aquellos años difíciles de 1931 a 1936 a comenzar a preparar el terreno que en el futuro permitiría la digna regeneración del Cuerpo. Sus esfuerzos y sacrificios no fueron en vano, ni tampoco el ejemplo que dejaron.