domingo, 16 de junio de 2013

ALMERÍA, HEIDI Y PEDRO

     Contra la opinión extendida de que un paisaje bonito debe incluir verdes campiñas, montañas, abetos y pinos, ríos...Heidi, Pedro y la cabra, yo opino diversamente. Creo que la naturaleza es tan fascinante o más cuando muestra su piel desnuda por la que asoman sus entrañas, cubierta con escasa vegetación, esparto, arena, piedra, sol ardiente  y la mar cerca. Por eso Almería siempre ejerció sobre mí una gran fascinación, así que, en cumplimiento de una vieja promesa, me fui con mi santa de excursión primaveral para recorrer alguno de los lugares que yo visité siendo soldado de marina.

     Llegamos por la Autovía Autonómica Andaluza A92, muestra viviente del robo y despilfarro del dinero asignado en Andalucía a las obras públicas, que a pesar de su corta vida parece una anciana llena de achaques; eso sí, cada casi 500 metros los postes lucen unos letreros que rezan ufanos: "Junta de Andalucía"; vaya usted a saber cuánto ha costado esa ridícula publicidad y a cual eximio contratista ha beneficiado. Mejor sería que lo hubieran invertido en parchear el firme. Parece como si se tratara de un ejercicio  de autoafirmación política de partido único al decir: "a pesar de que hacemos lo que queremos con vuestro dinero, como lo demuestra esta porquería de carretera, tenéis que seguir votándonos porque no tenéis otra alternativa, y si os va mal, no importa, con el dinero del desempleo y de los ERE habrá para todos, nosotros y vosotros, y por ese orden", (como el tiempo se encargará de demostrar).

   Hace mas de cien años los regeneracionistas pensaban que los males de España venían de su aislamiento secular y de la ineficacia y mediocridad de sus políticos; parece que en el aislamiento hemos avanzado algo, pero muy poco o nada en el segundo mal. El caciquismo de antaño ha devenido en la partitocracia de hogaño que impide el ejercicio directo de las libertades democráticas, hoy secuestradas por los nuevos caciques de los partidos, mientras algunos continúan enriqueciéndose en el ejercicio de su vocación de "autoservicio" público sin que se vean signos de resistencia ciudadana. A veces pienso que ocho siglos de resignación islámica han dejado sus huellas en nuestra patria.

La Alcazaba
  
     Dejando atrás la A92 entras en Almería en un abrir y cerrar de ojos por la nueva Autovía del Mediterráneo A7 de la red del Estado, que bien se la merecía la ciudad, cuyo crecimiento ha sido muy importante en los últimos años. Allí disfrutamos de un excelente alojamiento a la sombra de la Alcazaba que luce iluminada en las claras noches mediterráneas. En los terrenos de nuestro alojamiento, próximos a la antigua Mezquita, hoy Iglesia de San Juan, estuvo situado el acuartelamiento del Tercio de la Corona -como lo recuerda una calle- cuyo 2º Batallón fue uno de los que constituyeron en 1717 el Cuerpo de  Batallones de la Real Armada, cuyo sucesor es el actual Cuerpo de Infantería de Marina.

Cerámica de El Argar

     La provincia de Almería tiene un brillante pasado prehistórico como se aprecia en su nuevo Museo Arqueológico en donde se pueden admirar perfectamente organizadas y explicadas las muestras de la cultura de Los Millares y la de El Argar, sociedades del III y II milenio (a.c). Merece destacarse la reproducción ideal de un corte estratigráfico en el que se observan dieciséis estratos desde la roca madre hasta la actualidad, que incluye toda la secuencia histórica de los yacimientos de la provincia. Los períodos romano y musulmán también tienen una pequeña representación en el museo, pero su fuerte son las culturas prehistóricas.

     La ciudad de Almería fue fundada por el califa Ab al-Rahmán III quién mandó construir en el año 955 su Alcazaba sobre los restos de una fortaleza anterior. La marcha hacia el sur de los reinos cristianos llevó al emperador  castellano-leonés Alfonso  VII en 1147 a conquistar Almería en una operación en la que participaron fuerzas de Navarra y de la Corona de Aragón. Además contó con la participación de la flota genovesa, de manera que los esfuerzos combinados por tierra y mar permitieron ocupar la ciudad en octubre de ese año, aunque posteriormente el avance almohade supuso su pérdida en 1157, en el mismo año en que fallecía Alfonso VII y con él la antigua idea imperial leonesa. Finalmente en 1489 Almería cayó en manos de los Reyes Católicos.

    Hoy en día la ciudad se ensancha por barrios modernos y cuenta con un paseo marítimo con excelente playa con todos los servicios que permite disfrutar del mar sin tener que alejarse de la capital. El casco antiguo está muy cuidado con numerosos edificios en restauración y con todos los ingredientes necesarios para hacerle agradable la estancia al visitante. Es obligado un recorrido por los monumentos emblemáticos; la Catedral, la Alcazaba, la Iglesia de San Juan, la de Las Claras y la Plaza de la Constitución.
La Catedral de la Encarnación

    La Catedral de la Encarnación es un magnífico ejemplo de catedral-fortaleza, empezada a construir en estilo gótico tardío, comenzando las obras tras el terremoto de 1522, extendiéndose la construcción entre los siglos XVI, XVII y XVIII, con elementos renacentistas y neoclásicos. Su planta es la típica de salón y en general se aprecia en todos los detalles la prioridad de los aspectos defensivos de una fortaleza.

Iglesia de San Juan

   La Iglesia de San Juan fue la mezquita aljama de Almeria y la primera iglesia cristiana después de la ocupación de la ciudad. Aunque han desaparecido en ella muchos elementos musulmanes, todavía se puede apreciar frente a la iglesia lo que debió ser el patio de abluciones de la mezquita, hoy incluido en terrenos militares. Las emigraciones norteafricanas han vuelto a dotar a algunos barrios de la ciudad con un aire islámico, en especial en el barrio de la Almedina, en donde la Alcazaba parece reverdecer tiempos pretéritos, animando a reflexionar sobre el sentido de la españolidad en el siglo XXI.

A la sombra de la Alcazaba
     
    A la caída de la tarde el paseo por la ciudad pide reponer fuerzas, para lo que no faltan restaurantes y bares con buen ambiente y estupendas ofertas gastronómicas. Nuestra elección para el tapeo fue el tradicional bar  "Casa Puga" en la calle Jovellanos al lado de la Iglesia de las Claras y el restaurante "Plaza Vieja" en la Plaza de la Constitución, en donde nos premiamos con un "Cremoso de foie y gelatina de moscatel" y "Patatas con alioli de trufa".

    Llevaba el plan de recorrer algunos de los lugares que había frecuentado en mi época de soldado. Comenzamos por Carboneras, hoy irreconocible, con sus puertos, la cementera y la extensión que ha logrado. Su Paseo Marítimo, delante de la playa, cuenta con abundantes restaurantes, y en el "Chiringuito de Juan Mariano"  disfrutamos de los exquisitos frutos de la huerta y de los de la mar: muy recomendable.

     La Cala de Agua Amarga también merecía una visita para rememorar los tiempos en que no era más que una pequeña aldea de pescadores. Hoy la pesca ya no es la principal actividad y el pescado llega desde Carboneras. De momento parece que el turismo de masas no ha descubierto este rincón que la Mesa Roldan abriga de los vientos de levante. Allí todavía se puede disfrutar de algo de paz lejos del mundanal ruido, alojándose en algún pequeño hotel a la orilla de la playa o en alguna casa rural y disfrutar de su gastronomía.

La Cala de Agua Amarga

    Llevaba la intención de pasar una mañana en la Playa de los Genoveses, cuyo nombre recuerda a su influyente  presencia comercial en esas tierras, pero su inclusión en el Parque Natural de Cabo de Gata hace que solo puedas llegar hasta sus inmediaciones si estás dispuesto a arriesgar las cubiertas de tu coche, pues en San José acaba el asfaltado. En vista de lo cual, en esa mañana en la que el viento fresco del nordeste arrancaba espuma a las rompientes de la playa, saqué mis carnes a orear y a refrescar en la playa de San Jose, como lo hiciera hace ya más de treinta años.

San José

    San José tampoco está todavía bajo las garras del turismo de masas, por lo que puede ser un lugar agradable para descansar unos días. Tiene un pequeño y moderno puerto y un paseo con varios restaurantes. El azar nos llevó al  restaurante "El Faro" en donde una cocina excelente y un mejor servicio hicieron muy agradable el viático, por lo que salimos de San José notados, cumplidos y socorridos.

    Nos marchamos de Almería con ganas de volver para poder visitar otros lugares, como la antigua zona minera de Rodalquilar y la Playa de Los Escullos, pero eso quedará para la próxima visita, pues digo como Mac Arthur: ¡volveré!... o al menos lo intentaré. Para resumir; a quienes no necesiten ver en su ambiente a Heidi y a Pedro les animo a viajar a Almería, no les defraudará, y para los que una vez allí quieran saludar a la cabra que pregunten por ella en el cuartel de la Legión en Viator.

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