El
reconocimiento del estatus de Palestina como Estado Observador en las Naciones
Unidas es una buena noticia, pero ha sido recibida por el cinismo habitual del
doble rasero de los EEUU, pues a la oposición a su aprobación en la ONU le
han seguido declaraciones alarmistas cuando inmediatamente Israel ha anunciado -en
flagrante ilegal represalia- que construirá mas asentamientos en Cisjordania, como
si no fuera predecible la reacción de Netanyahu ni que no la conocieran de
antemano. En fin, que tanto hablar de las bondades de la diplomacia para la
resolución de conflictos para luego negar a Palestina su presencia en el
principal foro mundial para ello; es como decir: "la diplomacia
internacional no le sirve a usted, y lo que tiene que hacer es sentarse a
hablar con su vecino, aunque tenga una pistola de grueso calibre debajo de la
mesa". Si a eso no se llama cinismo ya me dirá usted que nombre le damos. Al
menos la diplomacia de los EEUU y Egipto nos evitó el espectáculo de contemplar
la aplicación en Gaza de las depuradas técnicas postmodernas israelíes de
combate urbano, en las que las bajas -como de costumbre- las pone el lado
palestino.
El
estudio de la historia militar nos evidencia que las guerras del siglo pasado
fueron realmente sangrientas en comparación con los conflictos actuales de
cuarta generación, en los que las sociedades occidentales tratan de minimizar las
bajas, por haber un límite mucho más estricto a su aceptabilidad, lo que nos pone
en perspectiva los sufrimientos en los conflictos de hoy en día, no por ello
menos crueles.
En
una estancia en el Peloponeso, en tierra de los mesenios -que ya habían
conocido los métodos de opresión de sus vecinos y dominadores espartanos- un
amigo me prestó un magnífico libro sobre la vida militar de un Oficial
Británico llamado John Masters: "A
bugler and a tiger". Los aficionados a la historia militar tenemos ocasión
de acudir a fuentes primarias como son las memorias de los variados actores de
los conflictos, que pueden variar desde las más formales de responsables de
alto nivel hasta los recuerdos de los que forman en las filas de los ejércitos.
Las primeras no pueden evitar tener un tono justificativo, mientras que las
segundas reflejan lo que significa la guerra para quien la vive en escalones
bajos y suelen reflejar los sufrimientos asociados a la ejecución de las órdenes.
En
su primer volumen "A bugler and a
tiger" John Masters nos relata
como un joven británico llega a convertirse en un oficial profesional del
Ejército, desde su formación en la Academia Militar de Sandhurst hasta su destino de Teniente al mando de una Compañía
de Gurkhas
en las operaciones de policía en la frontera de Afganistán en los años previos
a la Segunda Guerra Mundial. La vida regimental en el viejo Ejercito de la
India queda ilustrada con gran detalle al relatar las tradiciones y régimen
interior de un Regimiento británico: 2ª
Batallón, "Duke of Cornwall Light
Infantry", y las particulares en su posterior destino en una unidad de
Gurkhas nepalíes: el 2º Batallón del 3º Regimiento del "Prince of Wales Own Gurkha Rifles".
Si algo evidencia la lectura es sin duda la magnífica escuela que suponía el
servicio en ultramar.
En
el segundo volumen "The road past
Mandalay" John Masters nos
describe sus experiencias en la campaña de Birmania durante la Segunda Guerra
Mundial; primero desde su puesto de Jefe de Estado Mayor de una Brigada de "Chindits" y luego del de Jefe
de una de las Brigadas de esta fuerza.
El
autor consigue que la atención del lector se agudice cuando refleja los momentos
del contacto con el enemigo; es decir: cuando se arriesga la propia vida en el
cumplimiento de órdenes directas. El sufrimiento se describe con detalle en estas
memorias, no solo el físico sino también el psicológico que juntos o por
separado pueden llevar a los que lo padecen a su punto de ruptura emocional.
En
la obra se puede apreciar bien los riesgos que hay que asumir para tener éxito
en la guerra, así como las difíciles decisiones
que hubo que adoptar en esa campaña, incluyendo los "tiros de gracia"
a sus propios hombres, para ahorrarles una terrible agonía o, peor aún, caer
prisioneros del Ejército Japonés, al no poder transportarlos con la fuerza a
través de la selva birmana en medio de terreno ocupado por japoneses.
No
siempre se puede encontrar en las memorias de oficiales de nivel bajo o
intermedio una tan equilibrada combinación del ambiente de combate y una cuidada
descripción de las operaciones, lo que John Masters consigue ampliamente,
haciendo muy amena e interesante la lectura de los dos volúmenes de la historia de su vida militar.
Cuando estoy a punto de cerrar estas líneas leo que
Netanyahu, para "animar el debate", declara que Jerusalén ha sido la
capital de Israel en los últimos 3000
años. Confío que lo aclare en la siguiente entrega, tanto a nosotros como a
todas las naciones que mantienen sus Embajadas en Tel-Aviv, ya que Vespasiano y
Tito no se van a incorporar al debate. Me temo que en Oriente Próximo va a
seguir habiendo bajas.
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