Para celebrar con mi familia materna la llegada
del nuevo año, me cayó en suerte proporcionar el imprescindible conjunto de
serpentinas, matasuegras, narices...; así que para afrontar esta difícil tarea,
me recomendó mi hijo visitar un Bazar Chino del barrio. Hacia allí me dirigí pensando
que con mis escasos conocimientos de mandarín no iba a ser cosa fácil. Decidí
que el empleo de señales convencionales universales podría ayudar en la faena, así que en llegando
al bazar que regenta una familia china y encarándome con
la mismísima princesa Turandot en su palacio de todo a cien, me desbaraté en un
conjunto de señales que simulaban el soplado de matasuegras, la colocación de
la nariz postiza y el lanzamiento de serpentinas, a lo que una asombrada
princesa, sin hacer ningún aspaviento, me contestó: -¡Ah! ¿Bolsa cotillón? Ahí delante a la izquierda.
Bien; a eso le llamo yo una integración 3.0, casi
como la del nigeriano que me busca aparcamiento en la calle de mi madre, con
quien mantengo una conversación en fluido inglés y español; tampoco se queda
atrás la rumana interna en casa de mi suegra, ni el búlgaro que repara la
instalación de televisión, ni muchos otros que han asentado sus reales en España, ellos y sus familias, la
pena es que el drama del paro no esté ayudando a su permanencia.
Sí; ya sé que la integración real no es solo eso,
hay muchos más condicionantes, políticos, económicos, sociales y religiosos que
es necesario satisfacer. Lleva tiempo el integrar poblaciones, pero no mucho si
existe voluntad de hacerlo por ambas partes; sin embargo se necesita mucho menos tiempo para
sembrar la insidia y conseguir la desintegración de sociedades que ha costado
tanto tiempo construir. Hay que ser capaz de evaluar lo que está en juego y las
ventajas objetivas que se deducirían de ello.
No hace falta un gran esfuerzo para apreciar que
en el siglo XXI "El mundo es plano" -como ya nos alertó Thomas Friedman- no solo para los movimientos de capital,
negocios, "outsourcing" ...,
sino para las personas. Si el mundo es así, nos podemos imaginar como serán los
viejos estados europeos.
A pesar de las barreras a los movimientos
de población la mayoría de los emigrantes que llegan a España muestran que
es posible la integración -con algunas excepciones- pero esto no basta a quienes se empeñan
en demostrar que los movimientos disgregadores tienen futuro en un mundo plano con una Europa cada vez más integrada y con
ciudadanos a los que mueven los mismos afanes y pocas diferencias reales entre ellos.
El comprobar cómo los nacionalistas de Cataluña
quieren levantar barreras artificiales entre los catalanes y el resto de los
españoles me lleva a pensar que aquellos no viven en el mismo mundo integrado que
nosotros y prefieren seguir viendo solo sus
montañas, por lo que no tengo más remedio que estar de acuerdo con Olivares,
quien hace ya más de trescientos años se desesperaba por las trabas y excusas que
le planteaba la Diputación para cooperar en la defensa de la Monarquía Española,
escribiendo sobre sus quejas: "...cómo
le montan disfraz, o es que los catalanes han menester ver mas mundo que
Cataluña".
Ya ha llovido mucho desde Wifredo el Velloso y desde los Reyes Católicos, pero
es que en los últimos quinientos años los españoles hemos construido muchas
cosas juntos, por lo que independientemente de lo que los nacionalistas
declararen en el Parlamento Catalán, la opción más segura para afrontar el
futuro es continuar integrados con todos de los españoles -los únicos
titulares de la soberanía nacional.
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