Aunque no soy muy aficionado a contribuir a sostener
fundaciones privadas, finalmente me
decidí a visitar la exposición "Los tesoros de la Casa de Alba" en el
llamado "Centro Cibeles de Cultura y Ciudadanía", nombre kitsch del
antiguo Palacio de Comunicaciones de Madrid, hoy emplazamiento del Ayuntamiento y cuyo
nombre solo se le podría haber ocurrido a nuestro anterior alcalde y hoy Ministro
de Justicia, o a alguno de sus posmodernos colaboradores.
El Palacio de Comunicaciones se inauguró el 14 de marzo de
1919 como central de correos, telégrafos y teléfonos, en donde en los
viejos tiempos tuve ocasión de ir a poner telegramas, giros postales o
certificar correspondencia, mientras
admiraba los techos de su espléndido "hall" y las nuevas
emisiones de sellos de correos. El edificio es uno de los primeros
ejemplos de arquitectura modernista española, diseñado por los arquitectos Antonio
Palacios y Joaquín Otamendi. Completo este texto con una foto de la
colección familiar en la que se puede apreciar su construcción.
Dice el catálogo de la exposición que "el origen de la
casa de Alba se remonta a 1434 cuando Juan II de Castilla, confirma a Gutierre
de Toledo, obispo de Palencia, la merced de la villa de Alba de Tormes. El
apoyo a la Corona de Castilla y posteriormente de España, generaron nuevas
mercedes y títulos, hasta llegar al siglo XXI donde se acumulan en una sola
persona 45 títulos nobiliarios con 18 Grandezas de España y un importante
patrimonio cultural mantenido y acrecentados con gran esfuerzo a lo largo de
los siglos".
Respondiendo a una petición de una de las escasas lectoras de este blog relataré
sucintamente lo que más llamó mi atención en la exposición. A la llegada al
Palacio, acompañando a mi paciente esposa y una amiga, fuimos recibidos con los
habituales honores de ordenanza municipales; o sea: la acostumbrada y ruidosa
manifestación, esta vez de operarios del servicio de recogida de basuras, a los
que el frio de la mañana no disuadía a abandonar su protesta ni a remitir en el
vociferar inspiradas rimas dignas de un vate sindical.
A la entrada nos encontramos con una sala saturada de gente,
a pesar de haber reservado la hora. Así que entre toses, cabelleras plateadas y
doradas, relucientes calvas y sillas de ruedas conseguí hacerme sitio para
contemplar las obras, con la música de fondo de la orquesta de comentarios de
los admirados jubilados presentes (entre los que me cuento). Parece que este
grupo de edad con sus merecidas pensiones no solo es el soporte de las economías
familiares, sino también del arte, a cuyo consumo se ha lanzado para disfrutar de
grè ou de force de los amenes de una vida de trabajo.
La primera obra maestra de la pintura mundial de iconografía
religiosa que me encuentro y por cuya sola contemplación ya mereció la pena
pagar el alto precio de la entrada, es "La Virgen de la Granada" obra de Fra
Angélico realizada en témpera en pan de oro sobre tabla, con una depurada
técnica de miniatura, excelente composición y colorido propio del Gótico
Internacional, en un magnífico estado de
conservación. ¡Extraordinaria! No se la pierdan.
La Anunciación de la Virgen, es la segunda obra maestra que
te encuentras; es una clásica representación del poder y la piedad de un noble
del Renacimiento, en este caso del Primer Duque de Alba, pintada por el llamado "Maestro
de la Virgo Inter Virgines", nacido en Delft y que pintó al final del
siglo XV y comienzos del XVI.
La escultura llamó siempre mi atención desde mi primer
viaje a Italia parecchi
anni fa..., así que me detengo a admirar las muestras de esta bella arte
cada vez que tengo ocasión. La casa de Alba presenta en la exposición una
magnífica selección de su colección, de la que destacaría las obras de Benlliure,
del que para el 150º Aniversario de su nacimiento este año se prepara una exposición en Madrid. Para los que luzcan o hayan lucido el "botón de ancla"
recordar que don Mariano es el autor de
la de don Álvaro de Bazán, al que el voraz recaudador y manirroto Ayuntamiento
de Madrid quiere trasladar de su ubicación actual en la Plaza de la Villa a
otro lugar; debe ser que como les sobra dinero y visto el precedente del traslado
de la de Franco, algún "emprendedor" amigo ha abierto un negocio de mudanzas. Yo digo: ¿porqué no
mueven, si tienen lo que hay que tener, la de Largo Caballero, al que dos años
de Ministro de Trabajo le hacen merecedor de un puesto en la Castellana y no dejan
en paz al Marqués de Santa Cruz?...¡Políticos! ¡Viva la pólvora del Rey!
Entre las pinturas expuestas destacan "La Duquesa de Blanco", de Goya, y los retratos de varios duques de Tiziano, van Loo,
Mengs, Goya y Madrazo. Además de estas obras de arte, se exponen regalos y
recuerdos de los sucesivos Duques que reflejan las costumbres
sociales de cada época. Merecen destacarse los regalos de los Emperadores de
Francia a sus hermanos los XVI Duques de Alba, que incluyen dos espléndidos Gobelinos
con retratos de Napoleón III y Eugenia de Montijo.
Cierra la exposición la sala de la época del XVII Duque, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, casado con Rosario de Silva en 1918. De este matrimonio nacerá Cayetana, la actual Duquesa de Alba. La prematura muerte de doña Rosario hizo que la educación de la joven niña pasara a manos de su padre, quién le transmitió la importancia de preservar el legado de la Casa de Alba.
Es sabido que doña Cayetana es un personaje popular en
España, por lo que no podría menos que
incitar a los jubilados visitantes a encontrarle parecidos en los retratos y
bustos; ninguna objeción, pero mi asombro llegó con el éxtasis de una emocionada jubilada que
ante la contemplación del bronce de Benlliure con el busto del XVII Duque exclamó: "Es igualico
a Alfonso" (el envidiado actual Duque consorte). ¡Qué pena que no
estuviera Bernini a mano para inmortalizar el momento! Superaría al de Santa Teresa.
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