Deambulo por la Gran Vía de Majadahonda en una fría
mañana de primavera oyendo en el MP3 una conferencia sobre el Tratado de
Utrecht, cuyo tercer centenario se celebra este año, y que supuso a la
Monarquía Española la pérdida de todos su dominios europeos, la desmembración
del territorio nacional de Menorca y Gibraltar, y la llegada a España de la
Casa de Borbón, que después de variadas vicisitudes se mantiene en el trono
hasta nuestros días -a pesar de sus esfuerzos para que no sea así. Bueno; como se
ve, en los últimos doscientos años todavía no hemos conseguido recuperar la
integridad del territorio nacional, y ello principalmente motivado por la
debilidad nacional y nuestra limitada capacidad de acción exterior. La llegada
de la democracia y nuestra incorporación a las Instituciones Europeas han
evidenciado la verdadera capacidad de acción española al cuantificar y poder
comparar nuestro verdadero potencial como nación. La crisis actual no ha venido
a facilitar las cosas, por lo que no sorprende la posición británica de
retrasar indefinidamente la resolución del contencioso.
En mi paseo por la Calle Mayor distrajo mi concentración sobre Utrecht las voces que salían de un altavoz. Movido por la curiosidad me acerqué a investigar su origen. Para mi júbilo resultó ser una asamblea del 15M -movimiento al que sigo con interés- así que decidí dar oídos a lo que allí se decía. Los presentes se pasaban el micrófono uno a otro para hacer su contribución. Las intervenciones se movían entre la religión y el estado, el laicismo y la teología de la liberación. La asamblea parecía dirigida por dos auténticos y genuinos representantes del 15M, por su aspecto diría que pertenecían al taxón "perroflauta". Participando sentadas en el suelo había otras seis personas, de pie un par de abuelos jubilados y cerrando los flancos dos jóvenes; uno de ellos, del taxón de los "pollos pera postmodernos" quien veía el mundo a través de unas modernas gafas Ray Ban, forrado con cortavientos North Face, zancas forradas con Levi´s 501 y zapatillas de campo Salomon; o sea: la evolución UCLA del "perroflauta". Sus intervenciones eran seguidas con mucho interés por dos fermosuras sentadas en el suelo, quienes pertrechadas con sendas libretas tomaban notas para no perder detalle de lo que allí se dijera.
Cuando me
alejaba, uno de los abuelos intervino para anunciar que retiraba su propuesta
de debatir sobre la teología de la liberación, aunque la asamblea decidió
formar un grupo de trabajo para seguir debatiéndola, pues consideraban que era
un "asunto interesante" (sic). Cuando me retiraba se encendía la
traca final con el anuncio de nuevas asambleas en coordinación con miembros de
"batas blancas" "batas verdes" "stop desahucios"
y no sé que otros coloridos grupos más. Con las pérdidas de Hessel y Sampedro,
han quedado parcialmente ayunos de referencias intelectuales, pero seguro que
encontrarán nuevos gurús.
La muerte de Margaret Thatcher nos ha ahorrado el
disgusto de tener que soportar a David Cámeron repitiendo la cínica y vieja
excusa de que no negociarán el futuro de la Roca sin la participación de la
población de Gibraltar. Más de lo mismo: la debilidad española.
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