Desde el ocho de julio hemos
asistido al último capítulo del largo conflicto entre árabes e israelís ante el
que no se puede permanecer impasible si habitas la ribera del Mediterráneo, por lo
que me he animado a hilvanar estas líneas escritas sine
ira et studio, como recomendaba Tácito, para aportar una pequeña reflexión, intentando mantener una relativa objetividad, cosa difícil ante lo que estamos viendo.
media.biobiochile
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Las cadenas internacionales de noticias
incluyendo Al Yazeera, e i24 de Israel, nos han traído
las imágenes y voces de este último conflicto; se han
visto opiniones para todos los gustos, pero diría que esta vez el fuerte ruido
anti-Israel parece estar más que justificado. No creo que en esta ocasión haya
intereses vitales en juego para Israel, por lo que sorprende su
desproporcionada respuesta, que continúa la ya larga tradición de falta de respeto
de la legalidad internacional y del derecho humanitario, que esta vez ha espantado hasta al propio Secretario de
Estado norteamericano Kerry.
Las razones inmediatas parecen encontrarse
en el asesinato de tres jóvenes israelís por milicianos de Hamas, al que
sucedió el asesinato de un joven palestino que fue quemado vivo por jóvenes
israelís, lo que tampoco dice mucho de los valores de esta sociedad, que tiene una larga tradición en el uso del terrorismo desde
su lucha por la independencia de Gran Bretaña y posteriormente de terrorismo de
estado.
cr.nrostatic.com
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Estos últimos asesinatos fueron solo
el detonante, pues ambos bandos estaban ya preparados para una nueva
confrontación que se llevó a cabo, como no podría ser de otra forma, con
la habitual abrumadora superioridad militar de Israel. La guerra
ya se podía anticipar por la posición de Israel de bloquear las negociaciones
para una solución definitiva al conflicto con Palestina, a la vez que mantenía
su provocadora política de asentamientos en la orilla oeste del Jordán y el
bloqueo de Gaza. Si a eso se une el reciente acuerdo entre la OLP y Hamas se
deduce que Israel estaba deseoso de iniciar esta guerra con tal de no ver un
gobierno palestino OLP-Hamas radicalizado, por lo que la opción ha sido continuar con el bloqueo de la franja de Gaza para poder destruir allí a las milicias palestinas en una campaña de castigo;
es decir, para matarlos, un objetivo que parecía alcanzable con medios desproporcionados: -"La política por
otros medios..."
Las excusas de los cohetes
palestinos no son de recibo para justificar el inicio de una nueva guerra, pues
la capacidad de infligir daños a Israel con cohetes de mediano y pequeño
calibre, sin guía terminal y con cabezas de combate ligeras es bastante
marginal, como ha quedado demostrado en el último mes. El viejo conflicto del
escudo y la espada ha sido en este caso el conflicto entre el moderno sistema defensivo "Iron
Dome" y los más de mil cohetes palestinos, que en un
mes de guerra solo han producido tres muertos a Israel,
además de algunos daños materiales en lugares aislados, lo que demuestra la asimetría entre el "escudo de acero" y la "espada de hojalata". En consecuencia parece inaceptable que Israel, una vez segura de poder neutralizar esta amenaza solo con armas defensivas se haya lanzado a la destrucción sistemática de la franja de Gaza y a una operación terrestre que recuerda a las antiguas campañas de castigo que emprendían las potencias coloniales contra los indígenas.
Una vez finalizado el desigual intercambio de salvas de cohetes palestinos y el lanzamiento de bombas
guiadas de aviación, misiles y artillería de campaña, no quedaba más remedio,
ante la determinación de las milicias, que empezar una campaña terrestre para
la que las FAS de Israel, una vez más, no estaban preparadas. Los 63 muertos
en combate en esta fase de las operaciones lo ponen de manifiesto; de esta cifra
sorprende el elevado número de muertos a bordo de vehículos y de cuadros de
mando -en esto la espada ya no es de hojalata- a pesar de los avances en
autoprotección de los vehículos blindados israelís y el valor demostrado por
sus tropas.
cambio.bo
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Para esta fase de la desproporcionada campaña de castigo, los palestinos
estaban mucho mejor preparados, ya que habían aprendido en sus carnes el
tradicional concepto israelita de "geometría inversa" de avanzar
destrozando viviendas y atravesando muros para evitar exponerse en las calles.
Esta vez los palestinos añadieron al combate una tercera dimensión: la
subterránea, con una red de túneles intercomunicados que les permiten el
movimiento de sus milicias en el interior de Gaza y hacia Israel. La respuesta
israelí para lograr avanzar hacia el interior de las ciudades ha sido la
destrucción sistemática de su periferia, con un grado de destrucción al que
habría que buscar precedentes en el carpet
bombing de la 2ª Guerra Mundial. Cómo
demuestra la historia militar el combate en zonas urbanizadas nunca ha sido
sencillo. Me parece además que el depurado y antiguo concepto operacional
israelí de ir a matar a los combatientes de Hamas se ha cobraado esta vez a un alto
precio, que me temo no estén dispuestos a seguir pagando.
rpp.com.pe
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A la hora de buscar las causas profundas del
conflicto habrá que volver al movimiento sionista de Theodor Herzl; a la
declaración Balfour apoyando el restablecimiento de un hogar judío en Palestina; a la tolerancia británica de permitir la
emigración judía en Palestina; a la oposición de los árabes al establecimiento
del estado de Israel; a las sucesivas guerras en la zona; a la actitud
expansionista de Israel; pero es mejor dejar esto atrás para otra ocasión y en
cambio reflexionar, por ejemplo, sobre lo que el escritor judío Amos Elon
escribe cuando asegura que: "Los fundadores del Estado se embarcaron en un
renacimiento nacional y social en el antiguo hogar de los judíos, pero fueron
ciegos a la hora de comprender que los árabes de Palestina podían albergar las
mismas esperanzas" , o también sobre lo que el historiador judío Eric Hobsbawm subraya de la idea de Elon de que "el genocidio de los judíos
por Hitler se ha convertido en un mito legitimador de la existencia del estado
de Israel".
Hasta que no
se resuelvan las causas profundas del conflicto y no las que aparecen en la
superestructura, la espiral de violencia será trágica, inevitable y no tendrá
fin. Es cierto que los israelitas no quieren matar niños, pero desgraciadamente esta vez lo
han hecho a más de trescientos, que no podrán incorporarse en el futuro ni a cimentar una
paz, cada vez más necesaria en el Próximo Oriente, ni a tomar las armas en
futuras explosiones de violencia, que ojalá no tengan lugar.
Admitiendo la inexistencia de soluciones
simples, una posible solución debería asentarse en admitir simplemente la existencia del Estado de Israel, dejando atrás
los "mitos" fundacionales, y
abandonar su política expansiva en una absurda búsqueda de fronteras seguras. A
la vez habría que determinar lo qué los palestinos estén dispuestos a aceptar
para compartir el territorio con los israelís, así cómo lo que estos últimos
estén dispuestos a ceder para hacer de Palestina un estado viable. En este
marco la diplomacia internacional ha estado trabajando estos años con poco éxito y, a veces, con intereses partidistas.
Mientras tanto en esta campaña
de castigo de tintes coloniales, el grado de
destrucción infligido a los palestinos, además de los muy importantes daños materiales, ha sido de más de 2000 muertos, de los
cuales cerca de una cuarta parte podrían ser combatientes. Afortunadamente la campaña
ha entrado en un punto muerto en el que
se ha logrado un alto el fuego de cinco días y el comienzo de
negociaciones, cuyas noticias no parecen muy esperanzadoras. Confiemos que al final traigan al menos algo de paz a la región.