Los
años vividos acumulan desgaste en nuestro sufrido cuerpo, sobre todo si lo has
forzado más allá de su "envolvente" -mi caso- lo que me
ha supuesto entrar en el mundo de la traumatología y la rehabilitación. El
traumatólogo me dice que no tenga prisa, que no corra más, pues por el
desgaste de mis rodillas aprecia que han visto mejores tiempos. Para llegar a
ese ya previsible dictamen prescribe unas radiografías y una resonancia
magnética, y a su vista me ordena unas sesiones de rehabilitación.
Por ser lego en esos asuntos traté de documentarme sobre esta parte del cuerpo acudiendo a un opúsculo que
mi padre había estudiado en el bachillerato y con el que intentaba desvelarnos
los misterios del cuerpo humano en nuestros estudios juveniles: "Estudio elemental del cuerpo humano en piezas anatómicas" en
el que encuentro los orígenes de mis molestias: rótula, menisco, tendón
rotuliano y... sus "mulas cojas".
Adentrarse
en el mundo de la fisioterapia ha sido hacerlo en terreno sin cartografiar. Enseguida
empecé a familiarizarme con términos como magnetoterapia, ultrasonidos,
laserterapia, electro-estimulación...etc, todo un mundo nuevo que estoy
comenzando a apreciar, no por los posibles efectos sobre mi envejecida rodilla,
sino por los que aprecio en los pacientes de todas las edades que me acompañan
en las sesiones. Para empezar creo que hay que destacar el meritorio ejercicio
de paciencia que hacen a diario los fisioterapeutas para mantener una rutina
que debe colmar la del mismísimo santo Job.
Mi
debut en el centro de recuperación me produjo una mezcla de estupor y espanto:
lo primero al ver los numerosos pacientes que allí se encontraban luciendo todo
tipo de taras y dolencias, y lo segundo por la sensación de entrar en una mazmorra
de la Inquisición al oír la escala creciente de gritos y lamentos de un par de
pacientes que tendidos en una cama sufrían estiramientos de sus miembros; parecían dispuestos a reconocer que judaizaban en secreto. Un veterano del
lugar me ilustró al decirme que el remedio empieza cuando aparece el sufrimiento.
O sea, que hay que elevar cada día el umbral de resistencia al sufrimiento para
cuando llegue la hora de la verdad, que inexorablemente llegará.
Para
ejercitar las rodillas y ver el ambiente vuelvo a pasear por Majadahonda, donde me encuentro de nuevo en sesión a su activa
"Asamblea Popular" reunida en la Gran Vía, secuela del 15M, anunciándose como "escuela de
democracia". Algunas caras conocidas -pocas- y jubilados aburridos
dispuestos a dar ojos y oídos a la función en la que la estrella
-según reza el cartel que adorna el escenario- es la persona que descubrió la trama
"Gürtel" en Boadilla del Monte; ya te digo: Ben Bradley. La estrella encandila a la audiencia con su parola orlada de
todos los dichos y muletillas actuales, relatando su caso y la persecución que
ha sufrido que la llevó incluso hasta a un "exilio" en Costa Rica.
Yo
digo para mis pechos que a estas personas, cuyos cuerpos
tanto han sufrido en la lucha contra la administración, se les debería
ofrecer una opción española del speakers' corner londinense, en forma de un púlpito laico en un edificio público -por supuesto a cargo del
contribuyente- donde la audiencia pueda solidarizarse con el predicador, y en
una terapia colectiva - sin sufrimiento- suavizar los rencores que les
animan, a decir verdad muchos de ellos con mucha razón.