Con cierto retraso empecé a apreciar la historia y
cultura de Francia, quizá porque no le faltó a mi época de infancia y juventud un
cierto sazonado francófobo. La lengua,
algunos viajes y estudios en la patria de Moliere me llevaron al interés por su
historia, en especial la de las relaciones con España, que desde la dominación
romana han sido numerosas, aunque no siempre fructíferas. Las influencias han
sido mutuas y han dado a luz a una base cultural común con aspectos
particulares en cada país. En común creo que también tenemos pendiente el
saldar cuentas con la historia de nuestro reciente pasado.
Roma trajo sus Legiones de la Galia a Hispania
para resolver sus conflictos civiles; los visigodos extendieron su dominación y
cultura por ambos países; la Edad Media trajo las estrechas relaciones de la
corona de Francia con Castilla y los conflictos con la de Aragón; las herejías
afectaron a ambos lados de los Pirineos con su secular basculante frontera, y
aquí me detengo para iniciar una breve crónica de un viaje a las tierras
occitanas de los cátaros.
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Catedral de Sainte Marie, Auch |
El itinerario lo iniciamos en la capital de la
Jacetania, en el Pirineo Oscense, con una primera escala en una tarde muy calurosa en Auch,
capital de Gascuña, situada sobre el rio Gers. Su Catedral de Sainte Marie fue
construida desde el final del XV hasta el XVII en estilo gótico y con fachada
del Renacimiento; cuenta con unas preciosas vidrieras de Arnaud de Moles de
principios del XVI. Cuando llegamos a la
ciudad entraban en la Catedral numerosos fieles para asistir a una solemne
ordenación sacerdotal. Las funciones de culto de la Iglesia católica francesa
tienen un aire de autenticidad del que carecen las españolas; debe ser el
resultado de más de doscientos años de tensiones y conflictos que jalonan, en
líneas generales, las convulsiones revolucionarias, el Concordato de 1801, el
Tratado de Viena, y finalmente la Ley de 1905 que institucionalizó el laicismo,
garantizando el libre ejercicio de los cultos pero sin subvención alguna por
parte del Estado.
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Auch |
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D'Artagnan |
Quizá sea la secuela de esta laicidad -curiosamente
ahora reivindicada por el Papa Francisco- la que convierta en Francia a la
práctica de la religión en un compromiso de vida, lo que se evidenciaba en la
solemnidad que los fieles franceses daban a la ceremonia de ordenación. No
parecía que faltara nadie a la ocasión: representantes de asociaciones
católicas con sus vestimentas características, asociaciones juveniles con sus
uniformes, y el público en general luciendo sus mejores galas, las mejores,
como para una boda, a pesar de la temprana hora y del calor de la jornada. El
conjunto conformaba un espectáculo muy edificante ya que permitía comprobar la
existencia de otra actitud para aceptar la etiqueta de las ceremonias civiles y
religiosas, no cómo en España, en la que la propia Princesa de Asturias se
presenta en funciones de gala como si fuera a realizar un reportaje para
"Diez Minutos"; eso sí, todavía no hay un comunicado de la Casa Real
que suprima la ridícula reverencia que tanto parece gustar a la familia real. La
degradación del rigor en la etiqueta para asistir a las ceremonias religiosas
también parece seguir la igualitaria moda a la baja que dicta la asturiana: "informal, pero arreglada..."
Salimos de la ciudad después de cumplimentar en la
escalera monumental que desciende desde la Torre de Armagnac hasta el río Gers
a uno de sus más famosos ciudadanos y que inspiró a Alexandre Dumas su inmortal
novela. De su lectura se desprende que en su vida el caballero D'Artagnan siguió
el consejo que su padre le dio en la despedida: "C'est par son courage...par son courage seul, qu'un gentilhomme
fait son chemin aujourd'hui."
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Catedral de Albi |
La siguiente
escala del viaje fue Albi, en donde
sentamos nuestros reales. La ciudad a la caída de la tarde es un espectáculo
lleno de colores, destellos y sombras; los rayos de un sol bajo en el cielo
arrancan brillos al color rojizo de los ladrillos con que están construidos los
principales edificios de la ciudad. El resultado es espectacular, en especial el
conjunto de la Catedral y el Palacio Episcopal de la Berbie sobre el río Tarn.
No se puede inferir de la elección del ladrillo una influencia musulmana como en
muchos monumentos en España sino más bien una elección estética consciente ante
la lejanía de las canteras, tal vez para ahorrar costes.
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Albi y el Tarn desde el Palacio de la Berbie |
Albi es la capital del Región de Tarn y dio involuntariamente
su nombre a la herejía de los albigenses en los siglos XII y XIII, más
conocidos como Cátaros, pues parece que el primer nombre fue debido a San Bernardo de Claravel quien
estimó que la acogida que le había
dispensado la ciudad no había sido muy calurosa por lo que colgó a los
albigenses el sambenito de herejes.
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Catedral de Albi |
La impresionante catedral de Sainte Cecile
simboliza la victoria del catolicismo. Su estructura de fortaleza con una gran
torre, toda ella en ladrillo, le da un aspecto macizo que contrasta con la
extraordinaria belleza de su interior en el que el gótico muestra todo su
esplendor. Los frescos del Juicio Final recuerdan a potenciales herejes cual
sería su cruel destino en la otra vida si abandonasen la ortodoxia católica.
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Catedral de Albi |
En la Edad Media hubo intentos de reformar al desprestigiado
clero local y de ese modo retirar el apoyo de la población a la herejía
dualista cátara, pero finalmente ante su expansión el Papa Inocencio III
autorizó en 1209 una cruzada contra los cátaros y los nobles que los protegían,
en la que contó con el apoyo del rey Felipe Augusto de Francia. En 1213 el rey de Aragón Pedro II acude en
ayuda de su vasallo feudal Ramón VI, Conde de Toulouse, pero fue derrotado y
muerto por los cruzados de Simón de Monfort en la batalla de Muret, quién a su
vez moriría cinco años después en el sitio de Toulouse. En la segunda parte de
la cruzada la intervención personal del rey de Francia Luis VIII "el León",
esposo de la Infanta Blanca de Castilla madre del futuro rey Luís IX -San Luís-
consiguió erradicar la herejía con gran violencia, mientras que a la vez amplió
hacia el sur sus dominios y los de sus señores feudales. La paz lograda con el
Conde de Toulouse en el Tratado de Meaux en 1229 certificó el poder del rey.
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Catedral de Albi |
Desde el siglo XV la
ciudad prosperó de la mano del comercio del azafrán y del pastel, que es el
nombre de una planta que produce tintes de color azul que adornan también contraventanas
y puertas de las casas y que junto con el rojizo del ladrillo dan un tono
característico a las ciudad y sus inmediaciones. Albi es además la
cuna de ilustres franceses, de los que quizá el más conocido sea el pintor
Touluse-Lautrec, cuyas obras se exponen en el Museo del Palacio de la Berbie;
es una visita obligada para comprender la trayectoria artística del pintor,
cuya familia cedió sus obras a la ciudad pues en París no había quien las
quisiera acoger, a pesar de haber inmortalizado en sus carteles el Montmartre
de final del XIX. Contiene alrededor de unos 1000 cuadros, diseños, carteles, estudios...etc,
obras desde su juventud hasta las del
final de su vida.
Salimos desde Albi para visitar Cordes sur Ciel, una ciudad medieval
amurallada (bastida) de las que comenzaron a establecerse en el sur de Francia
a partir del siglo XIII en lo alto de colinas. La villa está muy bien
preservada y merece una visita; pasear por sus empedradas calles en cuesta a la
caída de la tarde admirando su urbanismo medieval, su iglesia, lonja, palacios
góticos y casas, te transporta a tiempos en los que los campesinos de estas
tierras trabajaban los campos propiedad de nobles o abades y se recogían para
protegerse detrás de sus murallas al final de la jornada. Hoy, pequeños
restaurantes, bares con terrazas, tiendas de artesanos y pequeños museos completan
los encantos de una villa tan singular.
En las inmediaciones de Albi también se encuentra Gaillac, una pequeña ciudad sobre el
Tarn y centro de una zona de viñedos que producen unos caldos muy decentes.
Merece la pena recorrer sus viejas calles y detenerse a visitar la Abadía del
siglo XIII de Saint Michelle, que jugó un importante papel en el desarrollo
agrícola de la región. La abadía sufrió daños durante las guerras de religión del
XVI entre hugonotes y católicos y tuvo que ser reconstruida. La Revolución
también dejó su huella, al clausurarla, pero fue de nuevo abierta en el XIX. Un
par de botellas de blanco de Gaillac que me acompañan de "souvenir"
ayudarán a escribir esta crónica.
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Abadía de Saint Michelle |
A Francia la premió la naturaleza con grandes y
caudalosos ríos que riegan fértiles campos. El Garona es uno de ellos, que en
su cauce medio atraviesa Toulouse,
la Tolosa de Francia, la cuarta de las grandes ciudades de Francia, con casi
medio millón de habitantes y polo aeronáutico francés por la presencia del
gigante AIRBUS. En sus inmediaciones
tuvieron lugar algunos hechos de armas que guardan relación con la historia de
España.Ya en 1213 muere en la
batalla de Muret el Rey Pedro II de Aragón: trágico fin para uno de los
vencedores de los Almohades en las Navas de Tolosa en 1212. Toulouse también
guarda un importante significado para los soldados de Marina, que allí debemos tener
un recuerdo a nuestros antecesores del Cuerpo de Batallones, pues durante los
primeros meses de 1814 los Batallones del 6 º Regimiento de Marina de la
guarnición de Ferrol, al mando del Brigadier Don Ramón Romay, después de ser la primeras fuerzas españolas
que entran en Francia persiguiendo al Ejército napoleónico,
participan en abril en la toma
de la ciudad. Estas tropas, encuadradas en el ejercito de Wellington
-sin que sirva de precedente- demostraron gran bravura y arrojo, por lo que la
corona concedió a los Batallones de Marina ferrolanos la "Corbata de
Tolosa", en cuya cruz aparece la leyenda "Valor y disciplina".
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Toulouse, Catedral de Saint Etienne |
La ciudad cuenta con
monumentos que reflejan su larga historia, y como en muchos lugares de Francia
los efectos de los tiempos revolucionarios. Entre los edificios civiles merece
visitarse el Capitolium, sede del municipio, que representa con su magnificencia
y decoración el poder municipal a lo largo de la historia; además sus calles
tienen magníficos edificios civiles como
el Hotel de Pierre o el de los Caballeros de San Juan. Entre los religiosos destacan la Catedral de
Saint Etienne en la que se aprecian las fases de su construcción, una nave
románica del Siglo XIII que lleva
adosada en el coro otra gótica del XVI,
y como sucede a menudo el viejo palacio episcopal lo ocupa hoy la
Prefectura. Las iglesias de La Dourade y la de Notre Dame La Dalmade son también
monumentos destacables. Se marcha uno de
Toulouse con ganas de volver para visitarla más a fondo, a lo que puede ayudar
el que esté bien enlazada con Madrid por una línea aérea de
bajo coste.
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Carcasonne, La Cité |
Carcasonne
fue
la última ciudad del itinerario; situada sobre el río Aude es la capital de la
región de Languedoc-Rousillon. La ciudad merece una visita, aunque el limitado
tiempo nos obligó a centrarnos en "La Cité" -la Ciudadela- Fue en
época romana una ciudad amurallada u "oppidum" como los bautizó
Cesar; fue también villa romana y posteriormente posesión medieval del Vizconde
de Trancavel. Después de la cruzada contra los cátaros la ciudad fue
fortificada como símbolo del nuevo poder real en la zona. El carácter de
fortaleza fronteriza con España se perdió en 1659 con la Paz de los Pirineos y
la incorporación del Rosellón a la corona de Francia. Después de la revolución
se fue despoblando al irse trasladando la población a la ciudad baja.
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Carcasonne, La Cité |
La subida a la "Cité" desde el rio Aude
te da la verdadera dimensión de la naturaleza de sus defensas; al atravesar la
puerta se presenta la visión de una ciudad medieval, hoy tomada por el comercio
y restaurantes para turistas, pero todo ello no resta nada al encanto de
recorrer unas calles cuya vida en otros tiempos es fácil de imaginar. La doble
cintura de sus murallas y baluartes están muy bien preservadas, fruto de la
restauración a mediados del XIX del arquitecto Viollet-le Duc, como de costumbre
no sin cierta polémica al querer darle la apariencia que tenía en el siglo XIII.
El título de Patrimonio de la Humanidad le hace bien justicia. Además del Castillo es la Basílica de Saints
Nazaire et Celse el monumento más significativo. Fue hasta el siglo XVIII la
Catedral de la ciudad; presenta una planta de cruz latina con una oscura nave
románica enlazada con una luminosa cabecera, con un diseño de "caja de
cristal" a la que adornan bellas vidrieras de los siglos XIV y XVI que nos
muestran el triunfo de la luz de la arquitectura gótica.
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Saints Nazaire et Celse |
No debiera cerrar sin hacer algunos comentarios
sobre el enlace con Francia por el Pirineo Central. El tramo desde Jaca hasta la frontera se hace por una muy decente
carretera que llega a Francia por el magnífico túnel de Somport, lo que parece
augurar un viaje estupendo por un país moderno: nada más lejos de la realidad;
en acabando de pasar el túnel, Francia te obsequia con la peores carreteras del
hexágono; parece mentira que no se haya invertido en mejorar la conexión por la
Gave de l'Aspe. El enlace ferroviario por el lado español -de muy poca calidad-
llega solo hasta Canfranc en donde el túnel está intransitable. Por el lado
francés la vía está bloqueada desde los 60 y el abandono total de sus
estaciones son testimonio de la falta de interés por este enlace pirenaico, a
pesar de que ya no es una excusa el menor ancho de vía español. En fin; incluso
comprendiendo lo limitado de los recursos y la prioridad que da la Unión
Europea a determinados ejes de comunicaciones no se entiende la asimetría en la
calidad de este enlace por el Pirineo Central, que indudablemente ayudaría para
acercar más las comarcas a ambos lados de la cordillera, unidas por varios
siglos de historia común. A pesar de ello bien vale la pena el viaje a las
tierras de los cátaros.